Desde tiempos prehispánicos, los escamoles, chapulines, jumiles, gusanos de maguey y otras variedades de insectos comestibles han formado parte de nuestra gastronomía. Y, aunque a muchos les den asco, ¿sabías que son muy nutritivos y una de las mejores fuentes de proteína?
A continuación te contamos un poco sobre estos animalitos y de las formas en que, a lo largo de distintos estados de la República, acostumbramos prepararlos y comerlos. Te sorprenderás…
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Empecemos con los grillos o, como les conocemos en las zonas centrales de México por la influencia del náhuatl, chapulines. Estos animales nos los comemos ya secos y pasados por el comal, con sal y limón, o aderezados con ajo o con chile. Son ideales como botana, en tacos con su salsita y guacamole, y para acompañar un mezcalito, junto a unas hebras de queso Oaxaca o quesillo.
Seguimos con los gusanos de maguey, que son larvas de una especie que crece en las pencas de algunos magueyes. A esos les hacemos los honores doraditos en el comal —algunos sádicos los avientan cuando aún están vivos—, en taquitos, o bien, aderezando una salsita verde de molcajete.
Seguimos con los especies de nombre curioso: los acociles y los jumiles. Los primeros, también conocidos como langostas de río, son unos crustáceos —como los cangrejos— cuyo sabor es parecido al del camarón y se pone rojo al cocerse; los segundos son pequeñas chinches de monte que se consumen mucho en Morelos y Guerrero.
Otras especies que se consumen a lo largo de la República son los pulgones, algunas mariposas, los escarabajos y diversas especies de arañas. Pero las palmas se las llevan los escamoles, que son larvas de hormigas güijeras que se dan en temporada de lluvias; por su delicioso sabor se le ha llamado “el caviar mexicano” y una de las formas más populares de comerlos son fritos en mantequilla, con un poco de cebolla, chile y el infaltable epazote.
¿Qué dices? ¿Te animas a probar una de estas exquisiteces… o te da frío?