Murales de Cacaxtla: color, simbolismo y arte prehispánico en Tlaxcala

Una de las muestras de arte pictórico mural más impresionantes de Mesoamérica se encuentra en Cacaxtla. ¿Quiénes aparecen en esas escenas y qué significan?

Una de las muestras artísticas menos comunes, pero quizás más apreciadas de las civilizaciones del México prehispánico, son las pinturas murales de lugares como Teotihuacan, Bonampak o la zona arqueológica que nos ocupa en este artículo: Cacaxtla. Ubicado en el estado de Tlaxcala, este centro ceremonial cuenta en sus paredes historias y leyendas del pueblo que los creó, en forma de vistosas y coloridas pinturas murales. ¿Quiénes las elaboraron y con qué propósito? ¿A quiénes representan y qué hecho narran estas escenas?

A continuación te platicamos algunos detalles de estas pinturas murales que despliegan múltiples estilos e influencias provenientes de la región maya, la costa del Golfo, Oaxaca, Teotihuacán, Cholula y Xochicalco.

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Cacaxtla fue una ciudad fundada hace muchos siglos por los olmeca-xicalancas, cuyo esplendor comenzó después de la caída de Teotihuacán y Cholula, entre los años 650-900 d.C. y heredó el control político de la región poblano-tlaxcalteca. Alrededor del año 1000 fue abandonada, sin que hasta se conozcan con certeza las causas del abandono.

Su nombre proviene del vocablo nahua cacaxtli, que se refiere a una canasta que cargaban sobre la espalda para transportar mercancías y que se asocia con el comercio, una de las actividades más importantes de sus habitantes.

En 1975, habitantes del poblado de San Miguel del Milagro —en el municipio de Nativitas, Tlaxcala— mientras labraban la tierra hallaron parte de una pintura mural con el rostro de lo que hoy es denominado un “Hombre-pájaro”. Sorprendidos, notificaron su descubrimiento e investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realizaron una serie de excavaciones que dejaron al descubierto Cacaxtla, un importante complejo ceremonial prehispánico.



Entre los hallazgos destaca el Gran Basamento de 200 m de longitud por 25 de alto, un gran complejo arquitectónico con adoratorios, plataformas y pirámides donde se encuentran las excepcionales pinturas murales, únicas en su clase, en las que resaltan los colores rojo, azul, amarillo, negro y blanco, obtenidos del caolín, la obsidiana, la cal y otros minerales de la región.

Estos murales tienen influencia tanto de los mayas como de los teotihuacanos y muestran escenas relacionadas con la mitología, la religión, la guerra, la derrota y la paz, así como descripciones a la naturaleza dibujadas con gran realismo y con elementos simbólicos aún no descifrados. En el Gran Basamento se construyeron diversos edificios, actualmente llamados: Edificio de las columnas, El Palacio, Edificio A, Cuarto de la Escalera, Edificio F, Templo de Venus y Templo Rojo.

Templo de Venus

Las pinturas murales ubicadas en el Templo de Venus son las más antiguas y presentan dos figuras, aparentemente representan de un sacerdote y una sacerdotisa con piel azul, un collar y los brazos hacia arriba sobre un fondo rojo. En estos murales destaca la presencia de dos símbolos de Venus ubicados en la cintura de cada una de las figuras.

Mural de la batalla

Uno de los murales más destacados por sus dimensiones es el llamado ‘Mural de la batalla’, que data aproximadamente del 650 d.C. aproximadamente. En él se observa a dos grupos de personajes en guerra, uno de ellos representado como el dominante—relacionado con los antiguos habitantes del Altiplano Central—, mientras que el otro aparentemente es de origen maya. El grupo dominante porta pieles de jaguar y llevan lanzas, mientras que los vencidos portan tocados, joyas y son representados heridos y con mutilaciones.

Hombre-pájaro y Hombre-jaguar

Estos murales se encuentran en el Edificio A y representan a dos personajes: uno con una piel de jaguar y lanzas de las cuales brota agua; el otro está ataviado de plumas y porta un bulto que envuelve una serpiente de la que brota sangre. Se estima que estos murales fueron realizados posterior al año 700 d.C.

 

Para la realización de estos murales se emplearon cinco colores: rojo óxido, amarillo ocre, azul maya, negro de humo y el blanco de la cal). Los pigmentos utilizados son minerales de procedencia local: cal, carbón, hematita y goethita. El azul plasmado en los murales es el llamado “azul maya”, el cual se obtiene de una arcilla a base de paligorskita que era teñida con índigo.