El físico alemán Albert Einstein es, sin duda, uno de los científicos más famosos de todos los tiempos y una figura de la cultura popular del siglo XX. Sus supuestas frases célebres —muchas de las cuales son incorrectamente atribuidas a él— recorren las redes sociales como pequeñas cápsulas de inteligencia y sabiduría, pero ¿conoces su biografía? A continuación van diez datos que quizás no conocías de él.
Empecemos diciendo que Einstein nació en Ulm, Alemania, el 14 de marzo de 1879, y murió en los Estados Unidos, específicamente en Princeton, Nueva Jersey, el 18 de abril de 1955. Veamos otros diez sorprendentes datos sobre su vida.
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No reprobó matemáticas de niño
Una leyenda popular, de esas que hasta los maestros de primaria nos cuentan con el fin de alentarnos, es que siendo pequeño Albert Einstein fue tomado por un niño un poco lento de aprendizaje e, incluso, por alguien sin talento para las matemáticas, al grado de que fue reprobado en esta materia con la que después desentrañaría la naturaleza del universo. Pero lo cierto es que el joven Albert era un alumno brillante en esta disciplina mientras estudió la educación básica en Múnich —aunque sí hay registros de que no le gustaba mucho la rigidez de la enseñanza—, y que si dejó sus estudios a los 15 años fue para salir de Alemania y evitar ser enrolado en el ejército.
Renunció a la ciudadanía alemana
Es un hecho que Einstein odiaba cualquier tipo de ideología nacionalista, incluyendo la que se gestaba en su propia nación, Alemania, por lo que a la edad de 16 años renunció a la ciudadanía alemana y fue un “ciudadano del mundo” hasta 1901, cuando adquirió la ciudadanía suiza. Años después, ante el auge del nazismo en Europa, emigró a los Estados Unidos en 1933 y finalmente adquirió la ciudadanía estadounidense en 1940.
Se casó con la única mujer de su clase
Hasta el día de hoy, es un hecho triste que a menudo en las clases de física, matemáticas y en las ingenierías no hay muchas mujeres estudiantes. Será por esa razón que Albert terminó casándose con la única mujer estudiante en su clase de física en el Politécnico de Zúrich, una joven serbia que se llamaba Mileva Maric, con quien estuvo casado de 1903 a 1919, y procreó tres hijos: una niña, Lieserl, que desaparece de la historia en algún momento, y dos niños, Hans Albert y Eduard.
Tuvo una hija ilegítima y nadie sabe que fue de ella
La historia de Lieserl, la primera hija de Einstein y de Mileva, es un poco más complicada de lo que parece. Todo parece indicar que los jóvenes científicos “metieron la pata”, quedando ella embarazada antes de que ellos contrajeran matrimonio, por lo que el destino de la niña es incierto —de hecho, Albert nunca le habló de ella, y los biógrafos supieron de su existencia hasta la década de 1980, cuando otra hija de Einstein, Evelyn, encontró un paquete de cartas entre su padre y Mileva—. Algunos suponen que la pequeña murió de escarlatina, o bien, que fue dada en adopción. Se han escrito libros al respecto de este misterio…
Fue espiado por el FBI durante años
Considerando su país de origen, una Alemania donde el nazismo alzaba el vuelo y ensombrecía el panorama mundial, y las filiaciones políticas de Einstein, que apoyaba el pacifismo, los derechos humanos, las causas sociales y otras ideologías consideradas “de izquierda”, no es de extrañar que el FBI de los Estados Unidos no confiara plenamente en Albert y lo mantuviera espiado durante más de dos décadas. Según datos oficiales, la vigilancia sobre Einstein empezó en 1933, cuando llegó a establecerse a los Estados Unidos, y se prolongó durante 22 años, conformando un expediente de unas 1200 páginas.
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Ofreció su Premio Nobel para divorciarse
Cuando quiso divorciarse de Mileva para casarse con su propia prima, Elsa, Einstein ofreció a la serbia el monto que él suponía que ganaría con su Premio Nobel, que era de unos 32 mil dólares, los cuales hoy en día equivaldrían aproximadamente a un millón de billetes verdes. Maric aceptó, confiando en que su ex pareja, en efecto, se llevaría el galardón que otorga la Academia Sueca, lo cual finalmente sucedió en 1922, año en que la primera esposa de Einstein recibió su pequeña fortuna.
Tuvo un romance con una espía rusa
Como si fuera una película de espionaje, en la que el brillante científico se involucra con una femme fatale al servicio del enemigo, se cuenta que Albert Einstein sostuvo un romance con una mujer rusa que le presentó su hija adoptiva, la cual se llamaba Margartia Kokenkova. Aunque oficialmente nunca se reconoció, biógrafos posteriores afirman que Kokenkova era una espía encubierta al servicio del Kremlin.
Nunca dijo muchas de sus frases célebres
“Locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados distintos”, “Todo es relativo”, “Sólo hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, aunque no estoy completamente convencido de la primera” y “Me niego a creer que Dios juega a los dados con el universo”, son algunas de las muchas frases célebres y máximas atribuidas erróneamente a Albert Einstein, pero que nunca dijo. De hecho, hay páginas de internet y libros dedicados enteramente a analizar las frases atribuidas al genio alemán y las evidencias que existen acerca de la supuesta autoría, y lo cierto es que la gran mayoría provienen de otras fuentes o fueron inventadas por un autor anónimo y achacadas al físico para dotarlas de credibilidad.
Se le ofreció al presidencia de Israel
Aunque no era un practicante ortodoxo del judaísmo, Einstein sí se identificaba profundamente con su herencia judía y era una voz pública en contra del antisemitismo que imperaba en Europa. Quizá por eso fue que, en 1952, cuando falleció el jefe de estado israelí Chaim Weizmann, se le ofreció ser el presidente sucesor. Einstein se sintió halagado, pero con humildad rechazó el ofrecimiento, argumentando que toda su vida había estado acostumbrado a lidiar con situaciones concretas y que carecías de las habilidades políticas que se requerían para el puesto.
Tras su muerte, su cerebro fue robado
Si eres considerado como una de las personas más inteligentes que han existido en la historia de la humanidad, no es de extrañar que alguien quiera poseer tu cerebro, ya se para estudiarlo o como una especie de fetiche o de amuleto, para “que contagie la inteligencia”. Y eso fue justamente lo que pasó con Albert Einstein, pues cuando murió en 1955, a pesar de que él expresamente había solicitado que se le cremara, el patólogo a cargo de su autopsia le extrajo el cerebro con la esperanza de estudiarlo y así desentrañar el misterio de su inteligencia deslumbrante. Autorizados por su hijo, diversos estudios de han realizado con los fragmentos que se obtuvieron del órgano vital del alemán, uno de los cuales asevera que la materia gris del genio contaba con más pliegues de los normales en el lóbulo parietal, normalmente asociado con las habilidades espacio-matemáticas. ¿Qué tal?…