Cuando uno escucha eso de la Guerra de los Pasteles, podría imaginarse a dos ejércitos armados con tartas llenas de merengue, arrojándoselas a ver quién es el que gana. Pero no: en resumen, se trató de un episodio de la historia de México —también llamado Primera Intervención Francesa— que tuvo lugar entre los años de 1838 y 1839, contra invasores franceses.
Todo empezó con la reclamación de un pastelero enojado, y el asunto llegó tan lejos que México acabó pagando una enorme cantidad de dinero. En seguida, te contamos todos los detalles.
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México, como nación, estaba prácticamente recién nacida: apenas en 1821 había terminado la Guerra de Independencia, y el Virreinato de la Nueva España se convirtió en una nueva nación. Sin embargo, el desorden social seguía imperando en sus calles y en las provincias más alejadas.
Fue así que, en el año de 1828, unos oficiales mexicanos causaron destrozos en el establecimiento de un pastelero francés de apellido Remontel —otros dicen que consumieron una gran cantidad de alimentos y se fueron sin pagar—; por esa razón y muchas otras, años después, en 1837, ciudadanos franceses exigieron al gobierno mexicano la reparación y el pago de los daños causados en las revueltas.
Como respuesta, el ministro mexicano de Relaciones, Luis G. Cuevas, argumentó que el gobierno mexicano no estaba obligado a pagar indemnizaciones “cuando se reclamaban por pérdidas a consecuencia de un movimiento revolucionario”. Esto, desde luego, no le gustó a los franceses, que acudieron a su gobierno en busca de apoyo… y lo obtuvieron.
La Guerra de los Pasteles empezó el 16 de abril de 1838, cuando una escuadra de la Marina Real Francesa, compuesta por 26 navíos de guerra que estaban al mando del almirante Bazoche, llegó al puerto de Veracruz con un ultimátum de parte del gobierno francés: o pagaban o había guerra.
Luego de varias negociaciones fallidas, el 27 de noviembre del mismo año los franceses abrieron fuego contra el Fuerte de San Juan de Ulúa, en Veracruz. Meses después, en marzo de 1839, se firmó el tratado de paz, en el que México se comprometía a pagar 600 mil pesos como indemnización para el pastelero y para los demás ciudadanos franceses que habían interpuesto la queja.
Algunos historiadores dicen que eso de los pasteles fue sólo un pretexto de parte del gobierno francés para justificar su primera intervención armada en México, pues años después regresarían a nuestro país para toparse con el general Ignacio Zaragoza. Pero como dicen por ahí: eso… ya es otra historia.