Nubes de dulzura y color: la historia del algodón de azúcar

Se pueden conseguir en parques de diversiones, plazas públicas y otros sitios donde son la delicia de los niños; pero, ¿de dónde vienen?

Desde hace varias décadas, los fabricantes de algodón de azúcar alegran los domingos y días de fiesta en los parques y las plazas de México con sus coloridas nubes dulces de color rosa, azul o morado que pacientemente van armando en palitos de madera y que después son consumidos por niños y niñas golosos —y, también, por adultos antojadizos— que terminan con color en las comisuras de los labios. Todos los conocemos, pero, ¿de dónde vienen, quién los inventó y cuánd llegaron a México?

Aquí te contamos brevemente la historia del dulce algodón de azúcar —que en inglés se llama cotton candy —, una de esas golosinas que son un clásico y siguen preparándose igual sin importar el paso de los años y los avances de la tecnología.

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Según el Gobierno de México, se cree que los primeros intentos para crear el algodón de azúcar tuvieron lugar en Italia durante el siglo XV, cuando los reposteros calentaban azúcar hasta hacerla líquida para finos hilos de caramelo sólido con el que decoraban los postres. Esta técnica de hilos de azúcar se popularizo en el siglo XVIII entre los cocineros de Europa y América.

La producción industrial del algodón de azúcar, como lo conocemos hoy, comenzó en 1897 con William Morrison y John C. Wharton, quienes inventaron la primera máquina para su elaboración, la cual se presentó en la Exposición Universal de Paris de 1900. Otros atribuyen la invención al vendedor Thomas Patton, quien hervía el azúcar hasta lograr un estado caramelizado, para luego formar largos hilos.

En 1905, otro inventor de nombre Albert D. Robinson solicitó una patente para una máquina eléctrica giratoria que mantenía el calor de forma eficiente. Después, en 1921 —cuando la patente de Morrison y Wharton expiró— el dentista Joseph Lascaux registró una nueva máquina de su invención, la cual no fue muy exitosa pero en la que nombró a la golosina “algodón de azúcar” —cotton candy, en inglés— reemplazando el de “seda de hadas” o “cabello de ángel”, que hasta ese momento se usaba. 

Hubo que unos pocos años para que, en 1930 el circo Atayde trajera a México dos máquinas ** ** de algodón de azúcar, que en aquel entonces se llamaba “Ilusión de París”. Esas máquinas primero se alimentaban con petróleo, el cual causaba un humo muy molesto; después fueron de gas y se les implementaron motores para hacer girar las aspas. Una familia de algodoneros del centro de Coyoacán se adjudica la idea de haberle puesto ruedas a estas máquinas para andar vendiendo de plaza en plaza.

Ya desde la década de 1960, los “algodoneros” —como se les conoce a los fabricantes y vendedores de algodón de azúcar— son una figura siempre presente en plazas públicas, parques, centros comerciales y otros puntos de reunión y esparcimiento. A veces combinan la venta de estas golosinas con la de globos y “pelotas”, de esas que se unen a tu dedo con un resorte, y otras están elaborando las enormes nubes de dulzura frente a tus ojos, para mayor deleite y antojo. Y a ti, ¿no se te antojó uno?