Benito Juárez es una figura determinante en la historia de México. Fue presidente en varias ocasiones, siempre del bando liberal, reformó la Constitución y dejó una serie de frases y máximas que los mexicanos seguimos recordando hasta, como esa de “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Pero una expresión que lo menciona y que él no dijo se refiere a esos momentos cuando algo —o, con más frecuencia, alguien— nos tiene sin cuidado, no nos importa, nos parece insignificante o inofensivo, y decimos que nos “hace lo que el viento a Juárez”. Y uno se pregunta cuál es la historia, el origen y el significado de esa expresión popular.
Haciendo una investigación, resulta que no existe una sola respuesta y sí varias teorías o hipótesis, que aquí te compartimos.
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La barca
Esta es quizás, la versión más popular y habla de un Benito que aún es niño y vive en su natal Guelatao, estado de Oaxaca. Siendo pastor, muchas veces pasaba las tardes a la intemperie y con frecuencia iba de cacería con otros niños. Cuentan que en una ocasión Juárez se embarcó en una pequeña canoa y fueron sorprendidos por un ventarrón: todos los niños abandonaron la barca y nadaron a la orilla, pero Benito se quedó en ella y valientemente aguantó hasta que terminó el fuerte viento. Según el escritor Fernando Benítez, en su libro Un indio zapoteco llamado Benito Juárez, éste es el origen de la expresión.
La estatua
Otra versión habla, más bien, de una estatua del presidente Juárez, la cual se encontraba en un importante puerto mexicano —los lugares cambian dependiendo de a quién se le pregunte, pero casi siempre es Tampico—, con la mirada puesta hacia el inmenso mar. Cuentan que un terrible huracán azotó la región y los ventarrones destrozaron prácticamente todo a su paso, pero la estatua de Juárez permaneció de pie e intacta. De ahí que cuando algo que parece muy amenazador no te hace ni un rasguño, se dice que te “hace lo que el viento a Juárez”.
Una variante de esta versión se refiere a la estatua que está en el lugar del fusilamiento de Maximiliano, Mejía y Miramón: el Cerro de las Campanas, en Querétaro, un lugar en las alturas donde los vientos soplan inclemente, pero que esta imagen en bronce del presidente Juárez encara sin temor.
La pintura
Una tercera versión sobre el origen de esta expresión tiene que ver con una pintura, en la cual Juárez enarbola gallardamente una bandera que ondea sacudida por el viento, pero él luce su acostumbrado peinado “de queso Oaxaca”, relamido y sin un pelo fuera de su lugar. No se sabe bien a bien qué pintura podría ser, pero algunos especulan que es este mural en el Museo Nacional de Historia:
El albur
Como lo lees. Existen dos versiones diferentes, un poco subidas de tono, que conste. La primera historia responde a la pregunta ¿Qué fue lo que le hizo el viento a Juárez? y dice: “Le voló el sombrero y le campaneó los huevos”, quizás haciendo alusión a alguno de los monumentos ya mencionados. La segunda es más complicada de entender, pues empieza diciendo que lo único que le hizo el viento Juárez fue que “le movió la levita” —refiriéndose a la especie de saco largo que se usaba en ese tiempo, que cubre el cuerpo hasta casi la rodilla—, que equivale a decir, que “le hizo la chaqueta a un lado”; o sea que le hizo la masturbación o, como decimos coloquialmente: “se la peló”.
Sí, que nos laven la boca con jabón… ¡pero no digas que no te lo advertimos!