Apodos y títulos de los héroes y heroínas de la historia de México

¿Por qué a nuestros héroes les pusieron los apodos como "El apóstol de la democracia", "El quince uñas" y "La Corregidora"?

La historia de México, o al menos como nos la cuentan, cuenta con dos tipos de personajes: los villanos, que explotaban a los pobres, eran crueles e injustos, o se aferraban al poder, y los héroes y las heroínas, quienes ofrendaron incluso sus vidas en pro de la libertad, la justicia y la soberanía del país y de su pueblo. Por esas acciones muchos de ellos recibieron sobrenombres o apodos con los que son mayormente conocidos.

Así las cosas, ¿sabes quiénes son “El barón de Cuatrociénegas”, “El quince uñas”, “La Corregidora”, “El centauro del norte”, “El siervo de la Nación” o “El apóstol de la democracia”? Si no los sabes, no te preocupes: aquí te lo contamos.

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El padre de la Patria

Nos referimos, desde luego, al cura Miguel Hidalgo y Costilla, quien entre la noche del 15 y la madrugada del 16 de septiembre hizo sonar la campana de Dolores y convocó a los mexicanos a luchar por su independencia. Por esa razón, tras el establecimiento de la República Mexicana en 1824, se le reconoció como Primer insurgente y Padre de la Patria.

La Corregidora

Así se le llamaba a María Josefa Crescencia Ortiz Téllez-Girón Domínguez, mejor conocida como Doña Josefa Ortiz de Domínguez, quien fuera esposa del señor Miguel Domínguez, a la sazón corregidor de Querétaro. Ella nunca tuvo ese cargo ni desempeñó oficialmente sus funciones.

El siervo de la Nación

Con este apodo, que se impuso él mismo, se le conoce al general insurgente José María Morelos y Pavón, quien mantuvo encendida la llama independentista tras la muerte de Hidalgo. Cuenta la leyenda que las palabras que pronunció fueron: “Soy siervo de la Nación porque ésta asume la más grande, legítima e inviolable de las soberanías. Y yo estoy al servicio de ella”.

El quince uñas

Hay que reconocerlo: es un apodo cruel, pero ingenioso, el que le pusieron a Antonio López de Santa Anna, quien además de ocupar la presidencia en once ocasiones —aunque otros dicen que nomás fueron seis, pero con algunas interrupciones—, durante la llamada Guerra de los Pasteles perdió una de sus piernas, por lo que “sólo le quedaron quince uñas para seguir robando”. Cosas que dice el pueblo a veces…

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El manco de Celaya

Estamos ya en tiempos de la Revolución y fue en estos años que, durante un enfrentamiento entre villistas y obregonistas cerca de la mencionada ciudad de Guanajuato, el general Álvaro Obregón perdió uno de sus brazos a consecuencia de la explosión de una granada. Y la cosa no paró ahí: luego de amputada su mano, anduvo de arriba a abajo —y dicen que hasta estuvo un tiempo en un burdel— hasta que Lázaro Cárdenas mandó construir el monumento donde por décadas se exhibió la mano sumergida en formol.

El centauro del norte

En la mitología griega, un centauro era una criatura fabulosa que tenía el torso de un hombre y, por debajo, las cuatro patas de un caballo. Y justamente así debió de lucir Doroteo Arango, quien pasó a la historia como Pancho Villa, quien durante la Revolución Mexicana se encargó de las movilizaciones militares en la porción norte del país.

El apóstol de la democracia

Cuando se opuso al régimen de Porfirio Díaz, quien estaba en el poder desde hacía treinta años, Francisco I. Madero enarboló el emblema de “Sufragio efectivo, no reelección”. Por eso, cuando lo derrotó limpiamente en las urnas el 6 de noviembre de 1911, pronunció la frase: “Estoy más orgulloso por las victorias obtenidas en el campo de la democracia que por las alcanzadas en los campos de batalla”.