Los mexicanos, como muchos pueblos del mundo, creemos en la existencia de la buena y de la mala suerte. Y una de las maneras en que nos expresamos al respecto es usando frases que involucran a la sal: “Echar la sal”, “estar salado” y otras que aluden a esta fatalidad, superstición o “mala pata” con la que muchas personas parecen haber nacido. Pero, ¿cuál es el origen o la historia de estas expresiones? ¿De dónde viene esta relación de la sal con la mala suerte?
A continuación, una breve explicación acerca de dichas expresiones, las cuales están presentes en el habla de los mexicanos desde eras muy remotas.
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Desde tiempos muy antiguos, la sal ha sido un polvo muy apreciado. En la antigua Roma, por ejemplo, parte del pago que recibían los trabajadores se efectuaba en bolsas de sal —de hecho, de ahí provienen las palabras del español salario y asalariado—, y era un bien tan escaso que tirarla o derramarla era considerado un mal augurio, un acto desafortunado. Después, en la Edad Media europea, estaba muy arraigada la creencia supersticiosa de que derramar sal en público acarreaba mala suerte, pues ésta era un símbolo de amistad; por esa razón, quien había tirado el condimento debía arrojar un poco más sobre su hombro izquierdo, ya que se creía que ese lado era “siniestro” y que allí se agrupaban los espíritus malignos.
Otra versión de esta superstición tiene un supuesto origen bíblico, pues se dice que durante la Última Cena el apóstol traidor Judas Iscariote, antes de denunciar a Jesús ante el Sanedrín y provocar su crucifixión y muerte, derramó sin querer la sal al tirar el salero con el codo; este momento está plasmado en el cuadro de La última cena, de Leonardo da Vinci. Por eso, se le considera un acto que acarrea desgracias, infortunios y todo tipo de hechos funestos, o simplemente mala suerte.
Sobre el “estar salado” o la idea de que “te echaron la sal” los orígenes tienen que ver con las ideas anteriores, pero se añaden otras supersticiones. Por ejemplo, la de que pasar el salero de mano en mano atrae la mala suerte, por lo que muchas personas piden —o exigen— que, si requieren la sal, mejor les pongas el salero en la mesa. Esta idea de la sal como algo negativo que implica el castigo de Dios puede provenir del Antiguo Testamento de la Biblia, cuando los habitantes de la pecadora ciudad de Sodoma quedaron convertidos en estatuas de sal.
En resumen, no existe un origen único de la relación de la sal y la mala suerte, y ésta su fue integrando en nuestra habla cotidiana de forma paulatina y a partir de muchas fuentes. Lo que sí está comprobado por la ciencia es que la ingesta excesiva de sal trae, si no mala suerte, sí muchos problemas a la salud, algunos tan graves como la hipertensión arterial. Por eso, y por si las moscas, lo mejor es ver la sal nomás de lejecitos…