En el hemisferio norte, donde se encuentra México, el equinoccio de primavera tiene lugar entre el 20 y el 21 de marzo de cada año. En esa fecha muchos creen que tienen lugar fenómenos arqueastronómicos como el llamado “descenso de Kukulkán” o la serpiente emplumada en el templo conocido como El Castillo, en la zona arqueológica maya de Chichén Itzá.
Conozcamos en qué consiste dicho fenómeno, qué simbolismo tiene y si realmente fue planeado en función del conocimiento astronómico de los mayas… o si se trata de una simple coincidencia.
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El final del invierno y el inicio de la primavera, desde hace muchos siglos, ha sido un evento importantísimo en los ciclos agrícolas alrededor del mundo, pues representa el renacimiento de la naturaleza y el momento correcto de sembrar para tener buenas cosechas meses después. Por esa razón, el día del equinoccio de primavera —es decir, cuando “entra” dicha estación— históricamente se han realizado rituales de agradecimiento, que buscan propiciar buenas cosechas o, en tiempos recientes, que buscan utilizar la energía de Sol que brilla con fuerza después de los fríos invernales.
Uno de los sitios donde la gente se reúne a presenciar este arribo de la nueva estación es la zona arqueológica de Chichén Itzá, en Yucatán, particularmente en la pirámide conocida como “El Castillo”, que oficialmente recibe el nombre de Templo de Kukulkán, un dios equivalente al Quetzalcóatl de los teotihuacanos, toltecas y mexicas, y que igualmente es representado con una serpiente emplumada.
Según la tradición, durante los equinoccios la sombra de Kukulkán, la serpiente emplumada, desciende de su templo para fertilizar la tierra, mientras el jaguar rojo, oculto en el Templo de los Guerreros, hace brillar sus manchas de jade. En otras palabras, en esas fechas la orientación del Sol al ir cayendo la tarde hace que los rayos de luz incidan en una de las escalinatas, iluminando progresivamente cada uno de los escalones de arriba hacia abajo, de modo que hacia el final del día la gran cabeza de serpiente que se halla al final de la escalinata queda conectada con la cima, formándose “el cuerpo” de Kukulkán.
Dicho fenómeno, al parecer, fue descubierto hace 60 años por el custodio Arcadio Salazar y registrado en 1971 por el investigador francés Jean Jacques Rivard en un artículo denominado “Una hierofanía en Chichén Itzá”. Mucho tiempo después, fue el matemático Eddie Salazar Gamboa el primero en detectar y registrar el fenómeno arqueastronómico contrario, el “ascenso de Kukulkán” en el solsticio de invierno. La creencia es que este efecto óptico planificado por los mayas fundadores de la ciudad de Chichén Itzá, quienes a partir de su amplio conocimiento de la arquitectura y la astronomía diseñaron El Castillo de tal forma que cada 21 de marzo y de septiembre su escalinata despliega el descenso hasta el pie de la escalinata.
A pesar de lo anterior, en 2017 los arqueólogos Ivan Sprajc y Pedro Francisco Sánchez Nava echaron por tierra el mito, argumentando que sólo se trata de una estrategia publicitaria para atraer turistas al estado y a la zona arqueológica. De acuerdo con estos especialistas, “la serpiente no sube ni baja” y el fenómeno se presenta varios días al año, no sólo el 21 de marzo y de diciembre, además de que en los registros conocidos del pueblo maya no existe mención alguna de que hayan conocido la existencia de los equinoccios.
Según los arqueólogos, cuando baja el sol, dependiendo de la orientación de la pirámide, en cierta época del año se ve la proyección de los cuerpos escalonados por lo cual se forman los triángulos en la escalinata, pero eso no implica que el fenómeno fuera logrado a propósito. Y tú, ¿qué opinas? ¿Los mayas conocían las fechas de los equinoccios y en Chichén Itzá diseñaron sus templos en función de ellos, o sólo es una coincidencia y un ardid para atraer curiosos? Como sea, aquí te dejamos un video del fenómeno.