Vincent van Gogh: sus pinturas más famosas

Uno de los artistas más reconocidos del mundo es el holandés Vincent van Gogh; para conocerlos, veamos cuáles son algunas de sus obras más famosas

Vincent Willem van Gogh nació el 30 de marzo de 1853 en el poblado holandés de Zundert, actualmente Países Bajos, muy cerca de la frontera con Bélgica, y murió a la edad de 37 años, el 29 de julio de 1890, en Auvers-sur-Oise, Francia, quitándose la vida de un balazo. En el mundo del arte, se le reconoce como uno de los pintores fundamentales y más famosos del movimiento conocido como Impresionismo, y sus pinturas más famosas son también algunas de las obras de arte más reconocidas del mundo… y las más caras.

Como en Toño y su mariachi nos gusta conocer y compartir todo lo bueno de México y del mundo, a continuación conoceremos algunas de las pinturas más famosas de Vincent van Gogh, varias de las cuales son autorretratos del pintor, que fue un ser atormentado y un artista incomprendido en su tiempo.

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Girasoles

Comenzamos con esta pintura, que es muy conocida y ha sido reproducida infinidad de veces en cuadros para decorar cualquier casa, playeras, bolsos y otros productos. Se trata de un óleo sobre tela que Van Gogh pintó en el año 1888 y forma parte de una serie de naturalezas muertas. Es una de las muchas obras que realizó en el pueblo francés de Arlés, donde llevó a cabo gran parte de su mejor producción. El cuadro mide 92.1 × 73 centímetros y se exhibe en la National Gallery de Londres, Inglaterra.

La noche estrellada

Probablemente la pintura más famosa de Van Gogh y, sin duda, uno de los cuadros más célebres en todo el mundo. La obra es un óleo sobre tela de 73.7×92.1 centímetros que retrata el cielo nocturno de Saint-Rémy-de-Provence, desde el punto de vista de la ventana del cuarto que Vincent ocupaba en el manicomio local, y fue pintada en junio de 1889. Según el propio autor le contó a su hermano en las cartas que le escribía, ese era el panorama que veía poco antes del amanecer, aunque añadió una aldea imaginaria. La obra ha sido estudiada, analizada e interpretada por especialistas, quienes han visto en ella simbolismos religiosos, espirituales, astronómicos y hasta signos de las enfermedades físicas y mentales que sufría el holandés.

El dormitorio en Arlés

Otra de las obras más celebres del artista, que como su nombre lo indica retrata la modesta habitación en la que vivía en el poblado francés de Arlés. Este óleo sobre tela de 72 x90 centímetros forma parte de una serie de pinturas similares —algo que Van Gogh hacía con frecuencia: pintar varias veces el mismo objeto o paisaje, las cuales se distinguen entre sí por los cuadros que cuelgan en las paredes. La habitación formaba parte de la “Casa Amarilla” donde vivió el pintor; las puertas daban a la escalera y al cuarto de huéspedes, y la ventana tenía vista a la Plaza Lamartine del pueblo. El cuarto no era rectangular, sino de forma trapezoide, con lados desiguales y un ángulo muy pronunciado en una de las esquinas.

Retrato del doctor Gachet

Este cuadro de un sujeto de expresión melancólica, recargado en su brazo derecho que apoya sobre unos libros situados en una mesa donde, además, se aprecia un vaso que hace las veces de florero, es una obra que Van Gogh pintó en 1890 y es la primera versión de otra de sus series. El sujeto retratado no es sino Paul Gachet, quien era el médico de cabecera de Vincent y quien cuidó de él durante sus últimos meses de vida. Esta versión fue comprada en una subasta por el japonés Ryoei Saito, y forma parte de su colección privada; una segunda versión perteneció al propio doctor Gachet, la cual fue donada por sus herederos al estado francés y actualmente se exhibe en el Museo d’Orsay.

Autorretrato

Los estudios de su vida y obra dicen que Vincent van Gogh pintó más de cuarenta autorretratos, a veces con barba, otras sin ella, con sombrero o sin él, a veces fumando una pipa y hasta con un vendaje de cuando se cortó —o le cortaron— la oreja derecha. La obra que aquí presentamos es, quizá, la más famosa de esta enorme serie de retratos que el artista pintó de sí mismo y data de septiembre de 1889; se le reconoce por la tupida barba rojiza, por la mirada firme hacia el espectador, por la cabeza girada a la derecha —para disimular su oreja faltante— y por los vigorosos trazos azules que conforman el fondo. Este célebre óleo mide 65x54 centímetros y en la actualidad se exhibe en el Museo d’Orsay.