Agustín de Iturbide, el primer emperador de México

El 19 de mayo de 1822, el consumador Agustín de Iturbide fue coronado Emperador de México: conoce su historia

Agustín de Iturbide fue un personaje de contrastes en la historia de México: nació criollo durante el Virreinato y, al principio de la Guerra de Independencia, era militar en el bando realista; sin embargo, en algún punto de la historia —y por así convenir a sus intereses— decidió cambiarse de bando y se alió a Vicente Guerrero en el famoso “Abrazo de Acatempan”, y juntos lograron consumar la Independencia de México, tras lo cual se hizo coronar Emperador de México.

Conozcamos un poco más sobre su biografía, los detalles de sus aspiraciones imperiales y el destino que tuvo hacia el final de su vida uno de los primeros gobernantes que tuvo la naciente nación mexicana.

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Su nombre completo era Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu, y nació el 27 de septiembre de 1783 en Valladolid, hoy Morelia, siendo hijo de padre español peninsular y de madre criolla. En 1800, a la edad de diecisiete años, se integró en el servicio militar como alférez del Regimiento Provincial de Valladolid, desempeñándose después como un destacado militar realista. Estallada la conjura independentista, rechazó el ofrecimiento que le hizo el propio cura Hidalgo de unirse a la rebelión, con la promesa de nombrarlo teniente coronel.

Ante el avance de los insurgentes, Iturbide dejó su natal Valladolid y huyó a la Ciudad de México. Participó en la famosa batalla del Monte de las Cruces, donde el ejército de Hidalgo, Allende y Aldama salió victorioso ante las fuerzas realistas, comandadas por Torcuato Trujillo. A pesar de la derrota, Agustín fue premiado por su actuación y el virrey Venegas le concedió el grado de capitán de su propio batallón.

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Pasaron los años y, siempre del lado realista, Iturbide fue acumulando victorias militares contra los insurgentes: en 1811, sometió a las fuerzas rebeldes comandadas por Albino García; en 1813, derrotó a Ignacio López Rayón en el Puente de Salvatierra; en 1815, derrotó al ejército insurgente del cura José María Morelos y Pavón, aunque poco después López Rayón le cobró la derrota anterior humillándolo en Cóporo. En ese mismo periodo, sobrevendría otro revés en su carrera política: ante las numerosas denuncias que lo acusaban de abuso de autoridad, de monopolizar el comercio y malversar los fondos de la corona, el virrey Félix María Calleja lo destituyó de su cargo. Poco después fue absuelto, pero no regresó al mando de su ejército y se retiró a su hacienda, donde estuvo algún tiempo inactivo.

En 1820, ante la crisis política en España que hizo tambalear al reinado de Fernando VII, los miembros la Conspiración de la Profesa —que buscaba declarar la independencia del Virreinato de la Nueva España y darle el mando a un infante de la corona española— convencieron al virrey Juan Ruiz de Apodaca de que nombrara a Iturbide comandante general de sur, cargo que éste aceptó en noviembre de 1820. Con un nuevo ejército, marchó a enfrentar a Vicente Guerrero, supuestamente para derrotarlo; pero lo cierto es que desde su autoexilio, Iturbide estaba ideando la forma de conciliar los intereses de los criollos realistas y de los insurgentes, que buscaban ambos la independencia de la Nueva España.

Tras ser derrotado en dos ocasiones por los insurgentes Guerrero y Ascencio, y ante la perspectiva de una lucha demasiado larga, Iturbide adelantó el plan que tenía y el 10 de enero de 1821 envió una carta a Guerrero, invitándolo a establecer una alianza, añadiendo además que varios insurgentes habían sido liberados, que enviados a España solicitarían que un heredero a la corona gobernara la Nueva España. Poco después, Iturbide propuso a Guerrero un cese al fuego y un pacto de paz; así, el 10 de febrero de 1821, ambos se reunieron en Acatempan, donde sellaron el pacto con un abrazo… aunque algunos historiadores afirman que esto nunca sucedió y que es una versión romántica de los hechos.

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Días después, el 24 de febrero, Iturbide proclamó el Plan de Iguala, donde declaraba la independencia de la Nueva España. Para hacerlo valer, se formó un ejército al que se le llamó Trigarante pues defendía tres garantías: religión católica, independencia y unión. Con este ejército, unidas las fuerzas de Iturbide, de Guerrero y de los demás insurgentes, fue cuestión de meses antes de que los realistas decidieran admitir su derrota y firmar los Tratados de Córdoba, donde el 24 de agosto de 1821 se reconoció la independencia de la colonia, que en lo sucesivo sería llamado Imperio Mexicano.

El 27 de septiembre del mismo año —fecha del cumpleaños de Iturbide, dicho sea de paso—, el Ejército Trigarante entró triunfante a la Ciudad de México, y esta fecha es reconocida oficialmente como la Consumación de la Independencia de México. Se formó una Junta Provisional Gubernativa, la cual nombró a Iturbide generalísimo de armas de mar y tierra, y le dio el tratamiento de “Alteza Serenísima”. Ya en 1822, el 24 de febrero se formó el primer Congreso Constituyente de la historia de México, el cual empezó a distanciarse del gobernante pues buscaba establecer la república como forma de gobierno, expresando desprecio por la figura monárquica que Iturbide deseaba asumir. Aun así, Iturbide fue nombrado emperador Agustín I de México el 19 de mayo de 1822, siendo coronado el 21 de julio del mismo año.

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Pero el gusto le duraría poco. Durante su corto gobierno enfrentó siempre la oposición republicana —en algún punto, disolvió el Congreso— e intentó derrotar al último bastión de resistencia española, atrincherado en el Fuerte de San Juan de Ulúa. Hacia fines de 1822, el general Antonio López de Santa Anna manifestó su descontento por el desempeño del emperador, que “de ser libertador, se había convertido en un tirano”, y se levantó contra él con el Plan de Casa Mata, que buscaba derrocarlo y establecer una república. A este movimiento se unió el general Guadalupe Victoria.

Finalmente, acorralado por todos sus enemigos que veían en su figura imperial una traición a los principios que habían jurado defender como insurgentes, Iturbide abdicó el 19 de marzo de 1823. El Poder Ejecutivo fue confiado a un triunvirato —es decir, “tres presidentes” que iban rolando turnos y tomaban decisiones en conjunto— en el que formaron parte Nicolás Bravo, Pedro Celestino Negrete, Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria. El ambicioso Iturbide fue condenado al exilio, y se le concedió un generosa pensión anual con la condición de que saliera del país y se estableciera en algún lugar de Italia.

Pero, ¿ustedes creen que Iturbide se quedó quieto? De ninguna manera: sus fieles seguidores continuaron apoyando su regreso al trono de México, por lo que el nuevo gobierno le advirtió que si osaba pisar suelo mexicano sería de inmediato aprehendido y juzgado por traición. Agustín prestó oídos sordos a esta advertencia y, en mayo de 1824, tomó un barco que lo llevó hasta el puerto de Soto la Marina, actualmente Tamaulipas, donde fue reconocido y capturado casi de inmediato. Así, los días del emperador Agustín de Iturbide terminaron el 19 de julio de 1824, cuando fue fusilado en la población de Padilla, Tamaulipas. Sus restos fueron llevados a la Ciudad de México y actualmente descansan en la Catedral Metropolitana, depositados en una urna de la Capilla de San Felipe de Jesús.