En la recta final de la Guerra de Independencia de México, el 24 de agosto de 1821 el novohispano Agustín de Iturbide, general del Ejército Trigarante, y el español don Juan O’Donojú, teniente general de los ejércitos de España, firmaron documentos conocidos como los Tratados de Córdoba, en los que se reconocieron los territorios que pertenecieron anteriormente a la monarquía y se instauró una nación soberana e independiente como “Imperio Mexicano”
Echemos un vistazo a este importante acontecimiento que sentó las bases de la independencia de nuestra nación, la cual se consumó oficialmente un mes después, el 27 de septiembre de 1821, con la triunfal entrada a la Ciudad de México del Ejército Trigarante encabezado por Iturbide y Vicente Guerrero.
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Los Tratados de Córdoba, firmados el 24 de agosto de 1821 en Córdoba, Veracruz, fueron un acontecimiento crucial en la historia de México y marcaron el fin de la lucha por la independencia frente al dominio español. Estos tratados, también conocidos como la Ratificación del Plan de Iguala, representaron un punto de inflexión tras una larga y agotadora lucha entre insurgentes y realistas que se extendió por más de una década.
El Plan de Iguala, o Plan de Independencia de la América Septentrional, propuesto por Agustín de Iturbide en 1820, buscaba establecer un México independiente pero aún bajo un régimen monárquico, con Fernando VII de España o algún miembro de su familia como monarca. Este plan obtuvo apoyo tanto de los realistas —partidarios de la monarquía española— como de los insurgentes —partidarios de la independencia—, ya que prometía unidad y estabilidad.
Los Tratados de Córdoba sellaron este acuerdo, ratificando los principios del Plan de Iguala. Reconocieron la independencia de México, establecieron una monarquía constitucional y católica con el monarca Fernando VII o algún miembro de la Casa de Borbón como cabeza del Estado mexicano. Además, se aseguró la igualdad de derechos para los españoles y mexicanos, así como la unión entre todas las facciones.
Los tratados, por tanto, no fueron sólo el reconocimiento de la unión de las fuerzas insurgentes y realistas —o el concilió de intereses entre la Colonia y la Corona Española—, sino un cuerpo jurídico que siguió siendo utilizado hasta la formación del Primer Congreso Constituyente Mexicano. No obstante, la firma del tratado no detuvo a los españoles más leales a la Corona, quienes lo rechazaron y mantuvieron ocupadas las plazas de México, Veracruz, San Carlos de Perote y el Castillo de San Diego en Acapulco. Estas discordias terminaron cuando el General Francisco Novella, encontrándose en una situación insostenible, fue obligado a retirarse, dando como resultado que los españoles que aún permanecían en el territorio se desplazaran hacia Veracruz para abandonar las plazas de inmediato.
Al salir las Tropas peninsulares de la Ciudad de México, el 27 septiembre de 1821 se ejecutó un evento que conocemos como la entrada triunfal del Ejército Trigarante. Un día después de estos acontecimientos, se firmó el Acta de Independencia de México eligiéndose a Agustín de Iturbide como Presidente de la Junta Provisional Gubernativa. Al año siguiente, se haría emperador y se nombraría Agustín I.