Hernán Cortés, todos los sabemos, fue un conquistador español que entre 1520 y 1521 logró vencer al Imperio Mexica y sometió la ciudad de México-Tenochtitlán, culminando así la etapa conocida como Conquista de México. Pero, tras su muerte en 1547, ¿dónde está la tumba de Cortés?
A continuación te compartimos un breve recuento de los distintos lugares por donde pasó los restos del conquistador extremeño, así como la ubicación actual de su tumba, que por cierto hoy en día casi pasa desapercibida.
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La historia nos cuenta que en 1541, veinte años después de haber consumado la conquista de México-Tenochtitlan, Hernán Cortés regresó a España con la intención de volver un día a las “Indias Americanas”, pero la muerte lo sorprendió el 2 de diciembre de 1547 en una casa palacio que era propiedad de un amigo suyo, don Alonso Rodríguez, y que hasta el día de hoy está ubicada en Castilleja de la Cuesta, Sevilla.
Cortés había cambiado en su testamento el lugar donde deseaba ser sepultado: si bien cuando vivía en la Nueva España había solicitado que sus restos fueran depositados en la Iglesia de Jesús Nazareno —contigua al Hospital de Jesús que él mismo había fundado—, en la Ciudad de México, y después cambió su voluntad en favor de un convento en Coyoacán que nunca se construyó, poco antes de morir indicó que su voluntad era ser sepultado en la parroquia de la localidad donde muriera.
Entonces, el primero de sus múltiples entierros tuvo lugar en el monasterio de San Isidoro del Campo, muy cerca del lugar de su fallecimiento. Pero, en 1566, por decisión familiar los restos de Hernán Cortés fueron trasladados a la Nueva España y enterrados en el Templo de San Francisco de Texcoco, ubicado en dicha localidad del Estado de México. Luego de varias exhumaciones y traslados dentro de la misma propiedad, ahí permanecieron hasta 1794, año en que se decidió cumplir la voluntad del conquistador de ser enterrado en la iglesia contigua al Hospital de Jesús.
Así fue que la Iglesia de Jesús Nazareno —actualmente ubicada en la esquina de las calles de República del Salvador y Pino Suárez, donde supuestamente tuvo lugar el primer encuentro de Cortés con Moctezuma— fue elegida para ser el último descanso del conquistador, quien fue nuevamente sepultado enmedio de una gran ceremonia en la que su tumba se coronó con un mausoleo y, en el medio, con un busto de “don Hernando”.
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En ese sitio permanecería casi treinta años. No obstante, los vientos de libertad ya soplaban en lo que fuera una colonia española, y en 1821 se consumó oficialmente la Independencia política de nuestro país. Dos años después, un encendido fervor nacionalista en la recién nacida nación hizo temer que el sepulcro de Hernán Cortés, uno de los símbolos más claros de la opresión española, fuera blanco de un ataque de vandalismo, de saqueo o que se intentara profanarla.
Por eso, el 15 de septiembre de 1823 el ministro mexicano Lucas Alamán y el capellán del hospital desmantelaron el mausoleo y escondieron la osamenta debajo de una tarima del Templo del Hospital de Jesús, enviando el busto y los ornatos a Italia para hacer creer a los agitadores que los restos de Hernán Cortés habían salido de México. Debajo de ese escondite de madera quedaron otros trece años.
En 1836, ya pasados los ánimos independentistas que amenazaban la integridad del sepulcro, Lucas Alamán regresó los restos de Cortés a la Iglesia de Jesús Nazareno, colocándolos en un nicho en la pared e informando a la Embajada Española del entierro clandestino. El secreto fue guardado celosamente durante 110 años hasta 1946, cuando un trabajador de la Embajada filtró los documentos y se comprobó la identidad de quien ahí estaba enterrado.
Hoy, Hernán Cortés, el conquistador de México, descansa ahí, en un modesto nicho en una pared de una modesta iglesia, sin más distintivo que una placa metálica colocada por el Gobierno de México, quien entregó la custodia de los restos al Instituto Nacional de Antropología e Historia. Y tú, ¿conoces la tumba de Cortés?…