Desde tiempos inmemoriales, el amaranto ha formado parte de nuestras dietas y ha sido una de las principales plantas domesticadas por los antiguos mexicanos. Recientemente, el mundo descubrió su enorme poder nutricional e incluso se le ha considerado un “súper alimento” y una alternativa para combatir el hambre en el mundo. Aunque actualmente la forma más popular de consumirlo es en las famosas “Alegrías”, la historia y las propiedades de este cereal van mucho más allá.
Así pues, démosle “una mordida” a la historia del amaranto y veamos la importancia que ha tenido en nuestra vida diaria, para después revisar sus propiedades nutricionales y las distintas maneras en que podemos consumirlo, ya sea por deleite o como complemento a nuestra alimentación.
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Resulta curioso que usemos una palabra extranjera para referirnos a esta planta tan mexicana, pues amaranto proviene del griego amaranthos, que significa ‘siempre viva’, refiriéndose a las bracteas de las inflorescencias, que nunca se marchitan. En el México antiguo se le llamaba huauhtli en náhuatl, ahparie en purépecha, tez o xtes en maya, y era conocido como wa’ve entre los wixáricas y como guegui entre los rarámuri —a quienes erróneamente llamamos tarahumaras—; como podemos ver, es una planta que ha sido utilizada por múltiples generaciones de los pueblos originarios.
Aunque no se sabe con precisión cuándo se domesticó esta planta, investigadores han encontrado semillas de amaranto en el Valle de Tehuacán, Puebla, el mismo sitio donde se domesticó el maíz hace 7 mil años. Lo cierto es que tenía una gran importancia en la religión mexica: con la semilla reventada por el calor del comal de amaranto o huauhtli —_que significa ‘pequeña dadora de vida’— se elaboraba una masa llamada _tzoalli, a la que se mezclaba una miel de maguey, y con esa masa se elaboraban figurillas de diversas deidades que los fieles despedazaban e ingerían en una especie de “teofagia”.
Antes de convertirse en semillas, el amaranto se distingue por el brillante colorido de sus espigas, llamadas ‘panojas’. Desde tiempos antiguos, el amaranto se siembra y se hace germinar en chinampas —a la usanza de los antiguos mexicas— y después las plántulas son llevadas a las faldas de un cerro para que terminen de crecer, lo cual tarda aproximadamente unos seis meses. Actualmente se cultivan unas 60 variedades de las más de 800 especies que se conocen.
Propiedades y consumo
Como verdura, el amaranto tiene propiedades alimenticias que se pueden comparar a las de la espinaca; sus semillas, clasificadas como pseudo cereal es rica en proteínas de alta calidad, sobre todo por su abundancia en lisina, aminoácido que es escaso en otros cereales. De hecho, el amaranto contiene más proteínas que el maíz y el arroz, y 80% más que el trigo; además, es rico en vitaminas A, B, C, B1, B2 y B3, además de tener altas cantidades ácido fólico, calcio, hierro y fósforo. Por ello no sólo se le considera uno de los alimentos más completos, sino como el mejor alimento de origen vegetal para consumo humano y uno de los 36 cultivos más prometedores del mundo.
La forma tradicional de consumirlo es en las famosas “alegrías”, que son palanquetas de amaranto tostado que se unen con miel de agave o de piloncillo, y a las que se les puede añadir nueces, pasitas, pepitas de calabaza u otras semillas. Otras formas de consumirlo es espolvoreándolo en las frutas o en otros platillos, o bien, usando la harina de amaranto en sustitución de la harina de trigo, y con ella elaborar panes dulces o salados, así como botanas y otros productos, los cuales conservan todo su valor nutricional y resultan ideales para la gente con alergia al trigo o enfermedad cilíaca, pues no tienen gluten.
Ya como último dato, vale la pena decir que en México los productores, transformadores, comercializadores y consumidores de amaranto firmaron una declaratoria que designa el 15 de octubre como Día Nacional del Amaranto, ¿qué tal?…