Si uno camina por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México —así como en otros barrios, como el de Coyoacán, y numerosas otras ciudades mexicanas—, es muy probable encontrarse con uno o varios hombres vestidos de color caqui que cargan una pesada caja de la cual, al accionar una manivela, brotan maravillosa melodías que nos transportan a tiempos pasados. Desde luego, hablamos de los organilleros: ¿conoces la historia de cómo llegaron a México?
Aquí te contamos un poco sobre cómo surgió esta tradición que, aunque sigue viva, como tantas otras cosas está en peligro de extinción debido a los embates de la modernidad, la globalización y otros fenómenos propios del siglo XXI.
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El organillo, un instrumento musical portátil que consta de un cilindro que, al hacerlo girar, hace pasar aire por un pequeño órgano de tubos, es una invención europea. Muchos se la adjudican a Francia, otros a Inglaterra, pero los primeros que llegaron a México fueron de fabricación alemana y traídos por una familia de migrantes de apellido Wagner & Levien.
Esta familia se dedicaba a la fabricación de pianos y otros instrumentos musicales, como los organillos. Fue en el siglo XIX que empezaron a rentar los instrumentos —junto con las melodías que venían “grabadas” en el cilindro— a personas para que se ganaran algún dinero haciéndolos sonar en plazas públicas, calles, restaurantes y fiestas de la alta sociedad.
Al principio, los organillos alemanes interpretaban las polkas de su país de origen, pero con el tiempo esa música fue siendo sustituida con canciones tradicionales mexicanas y boleros. Así fue como las calles de México se amenizaron con las agradables melodías. Como todo, con el tiempo el oficio de organillero fue desluciendo, hasta el año de 1975 cuando se organizó la Unión de Organilleros del Distrito Federal, hoy Ciudad de México.
Un dato curioso es que el uniforme color caqui, con su gorra de capitán, tan característico de los organilleros, está inspirado en los uniformes de ejército de Pancho Villa, pues se dice que el revolucionario era tan entusiasta del instrumento que incluso solía llevar a un organillero para que amenizara sus campañas militares. El uniforme, entonces, es un homenaje y un mudo recordatorio de este hecho.
Y a ti, ¿te gusta la música de los organilleros?