Enclavadas en el estado de Hidalgo, a menos de 100 kilómetros de la capital del país, se encuentran la ciudad y la zona arqueológica de Tula, conocida mundialmente por sus famosos atlantes y por contener los vestigios de la cultura tolteca, una de las más importantes y misteriosas del centro de México.
Conozcamos un poco de la historia de esta ciudad, del origen y el significado de sus famosos atlantes de piedra, y de lo que sabemos de ese enigmático pueblo que fueron los toltecas, de cuya sabiduría se han querido colgar algunos autores de libros de espiritualidad y superación personal.
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Antiguamente, la ciudad de Tula fue la capital del Estado Tolteca y su nombre en náhuatl era Tollan o Tollan Xicocotitlan, que quiere decir ‘lugar de tules, cerca del lugar de los xicotes’. Los arqueólogos estiman que el apogeo del pueblo tolteca tuvo lugar entre los siglos X y XII de nuestra era, y junto con la teotihuacana fue uno de las civilizaciones más importantes del Altiplano Central de México antes de Imperio Mexica.
Sobre los toltecas tenemos algunos datos históricos, tales como las listas de las dinastías de sus reyes y gobernantes, algunas crónicas de sus migraciones y conquistas, el desarrollo y la expansión de la ciudad de Tollan, así como los conflictos políticos y religiosos que causaron su evolución y su eventual abandono. La influencia cultural de Tula duró aproximadamente dos siglos, entre los años 900 y 1150 d.C., y comprendió muchas regiones de Mesoamérica, desde San Luis Potosí hasta El Salvador, con Chichén Itzá —en el norte de Yucatán— como la máxima expresión de cómo el arte y la arquitectura toltecas tuvieran influencia sobre el pueblo maya.
Actualmente, la ciudad recibe el nombre de Tula de Allende, en honor al héroe de la Independencia, Ignacio Allende, y es la cabecera del municipio del mismo nombre. Tiene alrededor de 30 mil habitantes.
La leyenda dice que Tula fue fundada por el mítico rey Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, en cual gobernó gentilmente, trajo la prosperidad a su pueblo e impuso el culto al dios Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, vinculada con el planeta Venus. Las primeras evidencias de ocupación en esta zona corresponden al mismo momento en que la ciudad de Teotihuacán iniciaba su declive como centro rector de Mesoamérica. La historia y la leyenda coinciden en que los conflictos con los seguidores del dios Tezcatlipoca, el “gemelo perverso” de Quetzalcóatl, terminó en la expulsión de los toltecas, los cuales migraron hacia el sureste, con evidencias que fueron ellos quienes fundaron la ciudad maya de Chichén Itzá.
El dominio de la ciudad de Tollan-Xicocotitlan llegó a su fin hacia la mitad del siglo XII, debido a la incursión de grupos de filiación mexica y a disputas internas. Una de las polémicas más interesantes en torno a la ciudad de Tula es la que se refiere al mito del destierro de Quetzalcóatl, el cual sería una alegoría del desplazamiento político y militar que sufrieron los toltecas a manos de grupos venidos del norte y de ascendencia chichimeca, como los mexicas.
Los arqueólogos distinguen un primer asentamiento, llamado Tula Chico, que cubre una superficie de tres km2 aproximadamente, siguiendo el cauce del río Tula. Después, en el siglo X, se fundó lo que se conoce como Tula Grande, cuya orientación se determinó mediante la observación de fenómenos estelares y, a partir de ella, se construyeron edificaciones más importantes de la urbe tolteca, misma que se agrupó en barrios donde se erigieron templos y palacios.
Actualmente, la zona arqueológica está presidida por los Atlantes, los cuales deben de haber servido como columnas que sostenían el techo del Templo de Tlahuizcaltpantecuhtli —o Señor de la Estrella de la Mañana— y se encuentran en la cima de una edificación de piedra conocida como Pirámide B. También destacan el Palacio de Quetzalcóatl, el Palacio Quemado, un tzompantli o muro de calaveras, y dos canchas para el juego de pelota.
Los atlantes
Los llamados Atlantes de Tula son cuatro esculturas antropomorfas de piedra, con 4.6 metros de altura, que están decoradas con representaciones de guerreros, los cuales portan pectorales en forma de mariposa, un átlatl o lanzadardos, en su mano derecha un haz de flechas, un cuchillo de obsidiana, un faldellín con un gran cinturón anudado al frente, en la parte posterior un disco solar, y sobre la cabeza un copil o tocado como parte de su atuendo.
Se considera que son representaciones de Quetzalcóatl como la Estrella de la Mañana, que como sabemos no es una estrella sino más bien el planeta Venus, que poco antes del amanecer fulgura como si fuera una estrellas. Quienes los conocen de primera mano dicen que es como si estas magníficas esculturas hubieran sido edificadas para custodiar eternamente la que fuera la gran capital de la civilización tolteca.