Entre los múltiples platillos tradicionales que se acostumbra cenar en Nochebuena se encuentran el pavo relleno, el jamón Virginia, la pierna de cerdo adobada, el lomo en cerveza y, desde luego, los romeritos en mole —un guisado que en algunos lugares de México se denomina “revoltijo“—. A pesar de su consistencia literalmente “pastosa”, quienes gustan de los romeritos dicen que son muy sabrosos y el más tradicional de los platos navideños, pues son quelites que forman parte de nuestra dieta desde tiempos prehispánicos.
Aquí hablaremos un poco de esta verdes hojas que son ricas en nutrientes y en sabor, aunque hay algunas personas que de plano no las prueban pues su sabor fuerte y su consistencia no es para todos los paladares.
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¿Qué son los romeritos?
Empecemos por explicar esta cuestión primordial. Los romeritos forman parte de un género de plantas que pertenece a la familia de las amarantáceas —es decir, que está emparentada con el amaranto— y que, dentro de la tradición gastronómica mexicana, es uno de los quelites que se consumen en el Valle de México y la zona central del país. Estos quelites son las hojas, los brotes, los retoños, los tallos y hasta algunas flores de diversas hierbas comestibles que crecen en una milpa —o sea, en un pequeño ecosistema que se desarrolló en Mesoamérica durante la época prehispánica y que se conforma por cultivos de maíz, frijol y calabaza.
Los romeritos han sido uno de los pilares de la cocina mexicana, por su fácil cultivo y recolección. En la época prehispánica, se acompañaban con huevecillos de mosco acuático que, dicen, tienen un sabor similar al camarón y abundaban en la zona central del imperio mexica. Después de la Conquista, su consumo decayó porque se les consideraba como maleza, pero se revaloró con el invento del revoltijo que, como otros platillos de la gastronomía mestiza, nació en las cocinas de los conventos de la Nueva España.
Una vez que se compran, por manojo o por kilo, las hojas de los romeritos se limpian lavándolos varias veces y se les retiran los tallos y los brotes tiernos. Después, las hojas se hierven hasta que se suavicen y cambien de color, a veces agregando un poco de tequesquite para que ablanden más rápido. Ya cocidos, se bañan con mole poblano al que se le puede añadir polvo de camarón seco, para darle más sabor, y también se incorporan papas y nopalitos.
Además de sabrosos, los romeritos son muy nutritivos, pues son una excelente fuente de hierro, fibra y antioxidantes que contribuyen a conservar un cerebro sano; sus componentes químicos protegen a las células de la oxidación, contienen proteína vegetal, necesaria para la estructura de células, músculos y órganos, y por último también tienen vitaminas A y C, que ayudan a fortalecer el sistema inmune. Cada año se producen en México unas 4 mil toneladas de romeritos, 90% de las cuales se genera en el Valle de México —Ciudad y Estado de México.
Y a ti, ¿te gustan los romeritos… o les haces fuchi?