Según los Evangelios y la liturgia católica, durante la Última Cena, Jesús dijo a sus apóstoles: “Tomad y bebed todos de Él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”, y ese es el origen de que durante la misa se tome la comunión comiendo una hostia y bebiendo —a veces— el vino de consagrar que el padre ofrece a los creyentes.
Pero, ¿cómo se elabora el vino de consagrar? ¿En qué se distingue del vino de mesa? ¿Es vino tinto o blanco? ¿Emborracha si uno lo bebe? Todas esas preguntas las iremos contestando a lo largo de este texto, acompáñanos…
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El origen de la utilización del vino misal o de consagrar se remonta a un hecho concreto llevado a cabo por el propio Mesías en su Última Cena, cuando compartió el pan y el vino con sus discípulos, estableciendo el misterio de la Eucaristía. Este dogma llamado de la substanciación o sustanciación afirma que el pan y el vino se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo, respectivamente. El feligrés, tras comer y beber entra en contacto directo con la divinidad. Este acto se denomina Comunión.
De hecho, hay tres alimentos que aparecen constantemente en las Sagradas Escrituras: el pan, el aceite y el vino, los cuales adquieren un principio casi de divinidad, presentándose como elementos primitivos relacionados con la civilización, la cultura y, en este caso, con la religiosidad. El vino es un alimento de gran importancia en la tradición judía y también en la católica, no solo por las historias sobre cómo Jesús convirtió el agua en vino, también simboliza su sangre durante la Eucaristía.
Al vino de consagrar también se le conoce como de comunión y hay normativas que detallan su elaboración. Según se expone en documentos del Vaticano: “El vino que se utiliza en la celebración del santo Sacrificio eucarístico debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. No se puede agregar ningún aditivo ni conservante, debe encontrarse en perfecto estado y sin avinagrarse”.
Además, la Iglesia exige saber con exactitud la procedencia y carácter genuino del vino: “No se debe admitir, bajo ningún pretexto, otras bebidas de cualquier género, que no constituyen una materia válida”. El vino de consagrar puede obtenerse de cualquier variedad de uva, aunque se prefieren los vinos dulces. Aunque no hay normativas al respecto, antiguamente se prefería el vino tinto porque su color evoca a la sangre, aunque luego se optó por el blanco para evitar manchas.
Además, en la actualidad solo los curas acostumbran beber vino, mientras que los asistentes reciben únicamente el pan consagrado, pero no siempre ha sido así: “Durante los primeros siglos de la historia de la Iglesia todos comían del pan y todos bebían del vino ya que el mismo Cristo así lo quiso: ‘tomad y comed… tomad y bebed’”.
Así, el vino en las misas es un buen ejemplo de la importancia que ha tenido esta bebida en muchas religiones. Y sobre la pregunta de si emborracha al beberlo, pues, es un vino producido con uvas fermentadas y contenido alcohólico, o sea que si se beben varios copones… seguro que marea a cualquiera, ¡pero esa no es su función!