Remedios de abuelita: antiguos tratamientos mexicanos para curar enfermedades

¿Sabes qué es un chiqueador, una ventosa o una 'jalada de cuero'? Aquí te explicamos los remedios de las abuelitas

Si bien desde el siglo XIX en nuestro país la medicina y la salud pública han avanzado a pasos agigantados, dando solución a tratamiento a muchas enfermedades graves y a pequeños malestares comunes, eso no resta a que, en la práctica, en México se sigan aplicando remedios de abuelita basados en el folclor, la tradición y, a veces, en la herbolaria y la medicina alternativa. Aquí te damos algunos de los ejemplos más comunes.

Entre los muchos tratamientos que podemos encontrar en el vasto campo de la medicina tradicional están los chiqueadores, las limpias, las ventosas y los remedios contra el empacho, el mal de ojo y el espanto.

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Chiqueadores

Si tuviste una abuelita que le sabía a los remedios, quizá recordarás haberla visto alguna vez con unas rodajas de papa en las sienes o con una ramita de ruda arriba de las orejas. Pues haz de saber que tales remedios son conocidos como chiqueadores y, según la tradición, sirven para aliviar la jaqueca, cefalea, migraña y el molesto dolor de cabeza. Desde luego, ningún médico los recomendaría, pero si las abuelitas sentían alivio —quizá por la fría humedad de la papa, o por la frescura de la ruda, un arbusto sumamente oloroso—, pues uno no puede desechar la idea del todo, ¿o sí?…

Limpias

Hay gente muy mala en el mundo, eso que ni qué. Y cuando hay “un trabajo” de por medio, gente con “vista pesada” o, simple y llanamente, una enfermedad que no se quita o una racha de mala suerte, quizá sea prudente —o eso decían algunas abuelas—, “hacerte una limpia”, la cual debe llevarla a cabo alguien que tenga experiencia en ese tipo de tratamientos, y puede ser con un ramo o con un huevo. Aunque hay que tener cuidado, pues luego hay gente que suele quemar el ramo en habitaciones cerradas, con el consecuente riesgo de asfixia. Ahora sí que a veces “sale peor el remedio que la enfermedad”.

Ventosas

Según algunos, este remedio proviene de la milenaria China, pero aquí en México es muy socorrida para aliviar distintos malestares y enfermedades. El principio es muy simple: se tiende al enfermo o la enferma boca abajo, con la espalda descubierta; se vierte un poco de alcohol en un vaso pequeño y se unta por las paredes del mismo, se le prende fuego y, antes de que se apague, rápidamente se adhiere a la piel del paciente; el vacío que provoca el fuego hará que el vaso “succione” la piel, lo cual —dependiendo del mal y de la habilidad de quien lo aplica— aliviará el malestar… o te dejará una serie de moretones y chupetones en la espalda que mejor ni platicamos.

Otros remedios

Ahora bien, hablemos de malestares propios del folclor:

Empacho

Cuando comes de más o algo de lo que comiste te cayó mal, de peso o “se te quedó pegado”, hablamos de que sufres de empacho. Para aliviarlo, uno de los remedios clásicos es la “jalada de cuero”; y no, no pienses mal: se trata de un jalón de la piel de la espalda, que se estira con los dedos hasta que se produce un chasquido. Es muy doloroso… pero dicen que efectivo.

Mal de ojo

Hay gente con “vista pesada”, que te mira pero con envidia o coraje, deseando que algo terrible te suceda o que te vaya mal. Contra ello hay varios remedios, desde la ya mencionada limpia hasta un sahumerio, que no es sino someterte al humo de alguna hierba medicinal siendo quemada, ¿qué dices, te avientas?

Espanto

Por último, hablemos del espanto que, como su nombre lo indica, proviene de un susto fuerte —por ejemplo, si sufres un accidente automovilístico, te caes de una escalera o estás a punto de ahogarte en una alberca—; los síntomas son un desgano profundo, la mirada perdida y, en casos graves, se pierden las ganas de salir a la calle. Para tratarlo, en tiendas de herbolaria, mercados o boticas de colonias populares se venden “espíritus de tomar” y “espíritus de untar”, aunque el remedio por excelencia en el “pan puerco”, una pomada que está elaborada con manteca de cerdo. Aunque uno no deja de sospechar que lo que cura, más bien, es el apapacho, la atención y los cuidados, ¿o tú qué opinas?