El Informe Presidencial en México constituye un ejercicio análogo a una “rendición de cuentas” donde el Jefe del Ejecutivo presenta al Congreso, por medio de un discurso o un documento, un análisis pormenorizado de los logros, desafíos y planes gubernamentales, proporcionando una instantánea de la situación del país y sirviendo como una herramienta de transparencia y control democrático. Pero, ¿desde cuándo se estila que el Presidente mexicano dé su informe, cuál es su origen y su historia, cuándo fue día de descanso obligatorio y cuándo dejó de serlo?
Acá te platicamos algunos detalles de “el informe”, como se le llama coloquialmente, además de rememorar algunos 1 de septiembre que pasaron a la historia, ya sea por la relevancia de lo informado —como la Nacionalización de la Banca— como por los sucesos que, a la larga, llevaron a la desaparición de la ceremonia.
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Los primeros informes no tuvieron reglamentación definida. Iturbide presentó dos informes: en noviembre de 1822 y en marzo de 1823. Después, como así lo estipulaba la Constitución de 1824, el 1 de enero de 1825 el presidente Guadalupe Victoria presentó el primer Informe Presidencial de la historia de México en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso General.
Muchos años después, Porfirio Díaz estableció la costumbre de rendir dos informes anuales, presentados durante las aperturas de las sesiones ordinarias del Congreso. Ya en el siglo XX, la Constitución de 1917 promulgada por Venustiano Carranza dispuso que el Congreso se reuniera el día 1 de septiembre de cada año para celebrar sesiones ordinarias, y que a la apertura de sesiones del Congreso debería asistir el presidente de la República y presentar un informe por escrito.
Con el correr de los años, fue el presidente Lázaro Cárdenas en 1936 quien por primera vez leyó en la radio un informe presidencial; catorce años después, 1 de septiembre de 1950, el presidente Miguel Alemán hizo de su Cuarto Informe el no sólo la primera ceremonia televisada de este tipo, sino la primera transmisión oficial de la historia de la televisión mexicana.
Los informes presidenciales evolucionaron y se convirtieron en un espacio para mostrar la fortaleza del sistema político en torno al Presidente de la República. Con el tiempo se sumaron rituales complementarios que enriquecieron la ceremonia, transformando gradualmente el día del informe en una celebración emblemática del presidencialismo mexicano —además de un día de descanso obligatorio—, que conservó su popularidad y alcance social hasta finales del siglo XX. Así, durante años, un evento característico fue el recorrido del Presidente por las calles de la ciudad en un auto descapotable, donde saludaba a la gente mientras confeti llenaba el ambiente.
Dentro de los anales de los informes presidenciales, destacan algunos que han dejado una huella imborrable en la memoria colectiva. Uno de estos momentos icónicos tuvo lugar en 1982, cuando el presidente José López Portillo anunció la Nacionalización de la Banca Mexicana, marcando un punto de quiebre en la política económica y financiera del país.
Después de los hechos de 1994 en México —el levantamiento armado del EZLN y el asesinato de Luis Donaldo Colosio—, el presidente Ernesto Zedillo introdujo cambios en el Informe Presidencial: en 1995, estableció que su discurso no excedería de una hora, lo que influyó en la ceremonia y en sus prácticas relacionadas. Se eliminaron las salutaciones posteriores al Informe, los recorridos en auto descubierto y el día de descanso obligatorio, pues se cambió el horario a la noche.
Luego, en 2004, durante el Informe de Vicente Fox, hubo medidas de seguridad excepcionales para evitar protestas. En 2006, debido a la ocupación de la tribuna por parte de la oposición, Fox entregó su Informe por escrito. Al año siguiente, Felipe Calderón también optó por entregar su Informe por escrito en una ceremonia breve. Finalmente, en 2008, se realizaron cambios más profundos, pues se eliminó la obligación de que el Presidente asistiera al Congreso. Este cambio marcó un punto de inflexión eliminando lo que antes se conocía en México como el “día del Presidente”.