Entre los últimos días de noviembre y los principios de diciembre, millones de familias mexicanas sacan del ropero las cajas donde se guardan el árbol, las series, los adornos y, ¡claro está!, las esferas de Navidad. Aunque cada año algunas se rompen y a veces hay que ir a comprar otras nuevas, estas esferas luminosas están íntimamente relacionadas con nuestros mejores recuerdos de la época navideña y del fin del año. Pero, a todo esto, ¿quién las inventó, dónde se crearon y cómo fue que llegaron a México?
Aquí hacemos un breve repaso que va de la leyenda a la historia, del simbolismo a la religión, de la producción al comercio y del mundo a México, donde dos pueblos se han especializado en crear estas fantásticas figuras.
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El origen de las esferas navideñas está relacionado muy de cerca con el surgimiento del árbol de Navidad, el cual según la leyenda fue introducido por San Bonifacio de Maguncia, conocido como el “apóstol de Alemania”, a quien en el siglo VIII de nuestra era el papa Gregorio II encargó la evangelización de los paganos en tierras germanas. Durante sus misiones, se encontró con la brutal costumbre pagana del sacrificio humano ceremonial ante un árbol sagrado llamado “el roble de Thor” —dios de la mitología nórdica—, el cual se adornaba con objetos de los guerreros a los que habían matado.
Bonifacio observó el ritual y cambió la tradición: cortó un abeto y dijo que éste significaba el amor de Dios y representaba la vida eterna. Después, lo adornó con velas —que representaban a Cristo y la luz del mundo— y manzanas, que recordaban la tentación y el pecado original de Adán y Eva. De esta forma, las manzanas se convirtieron en las primeras esferas navideñas. Abajo vemos la estatua de San Bonifacio en la catedral de Maguncia, Alemania.
La tradición del árbol de Navidad se expandió por toda Alemenia y, hacia el final de la Edad Media, toda Europa ya la había adaptado. Pero, ¿qué hay de las esferas navideñas de vidrio soplado? Éstas se crearon en Francia a mediados del siglo XIX en Goetzenbruck, una comuna en la región de Lorena, donde en una fábrica que producía de cristales para relojes y lentes de sol se comenzó a soplar el vidrio en formas esféricas.
La tradición señala que en el invierno de 1847, una mala producción en las manzanas dejó a las familias sin adornos para el árbol. Entonces, uno de los empleados de la fábrica tuvo la idea de hacer pequeñas esferas de vidrio soplado de color rojo —en sustitución de las manzanas— y usarlas como adorno. Así se crearon las esferas navideñas como las conocemos en la actualidad y el éxito de la fábrica fue meteórico.
Por otra parte, además de simbolizar el pecado original cometido por Adán y Eva, las esferas de cada color representa algo distinto: las esferas rojas son las tradicionales y representan el pecado original, el amor y la generosidad; las verdes significan esperanza, naturaleza y vida; las azules suelen simbolizar arrepentimiento y las blancas significan pureza, alegría y fe.
En México
La tradición del árbol de Navidad llegó a México con el emperador Maximiliano de Habsburgo, en el siglo XIX. Aunque al principio sólo la adoptaron los migrantes, extranjeros y las familias ricas, poco a poco se fue posicionando y en el siglo XX, con la aparición del cine y la exposición a las películas navideñas de Estados Unidos, finalmente se integró a las tradiciones mexicanas. Pero si hablamos de esferas mexicanas, hay que hablar de dos pueblos: Chignahuapan y Tlalpujahua.
Chignahuapan se encuentra en el norte del estado de Puebla y, además de ser el lugar que vio nacer a Gaspar Henaine “Capulina”, es una de las dos capitales mexicanas de la esfera navideña. Se cuenta que, en la década de 1950, el primer esferero fue Rafael Méndez Núñez, quien instaló el primer taller en el pueblo. Actualmente hay más de 200 talleres y se estima que su producción anual rebasa los 50 millones de esferas. ¿Qué tal?
Por otro lado, el pueblo de Tlalpujahua —enclavado en el estado de Michoacán— es la otra Meca mexicana de la esfera. Según cuentan sus pobladores, todo comenzó gracias al señor Joaquín Muñoz Orta, quien migró a los Estados Unidos a mitad del siglo XX y ahí aprendió la fabricación de adornos navideños; regresó a México en 1965 y, justo a su esposa, montó su primer taller, llamado Adornos navideños.
Se estima que la producción en Tlalpujahua es de unos 40 millones de esferas, de las cuales 30 millones terminan fuera de México, pues se exportan a distintos países del mundo como Estados Unidos, Canadá, Holanda, Inglaterra y hasta Singapur.
Y tú, ¿pones esferas en tu Árbol de Navidad? ¿Cuáles son tus favoritas?