Los olmecas y sus cabezas colosales: historia y significado

Estas esculturas colosales son uno de los primeros vestigios de civilización encontrados en Mesoamérica: conócelas mejor

Los olmecas fueron uno de los primeros pueblos que habitaron la zona que hoy conocemos como Mesoamérica. Localizados principalmente en la costa del Golfo y el sureste —en los estados de Veracruz y Tabasco, sobre todo—, dejaron numerosos vestigios arqueológicos, entre los que destacan sus imponentes y hermosas cabezas colosales. ¿Sabes cuál es su historia y significado?

Aquí te platicamos sobre estas cabezas gigantes que puedes contemplar en sitios arqueológicos como La Venta o San Lorenzo, o bien en el Museo Nacional de Antropología.

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Olmeca es el nombre que le damos a una antigua civilización arqueológica que vivió en territorio mexicano entre los años 1200 y 400 a.C.; no sabemos cómo se llamaban ellos a sí mismos. Su principal asentamiento se halla en San Lorenzo, Veracruz; a su declive, destacaron los sitios de Tres Zapotes y La Venta.

Uno de los principales vestigios arqueológicos que legaron a la humanidad es un grupo de esculturas monumentales en piedra que los arqueólogos llaman “cabezas colosales”, las cuales tiene una forma semiesférica y presentan el rostro de un individuo con la nariz achatada, lo cual muchos estudiosos han vinculado con los rasgos del jaguar, un animal selvático que los olmecas adoraban y admiraban.

A la fecha se han descubierto un total de 17 cabezas colosales, cuyo peso oscila entre las cinco y las 50 toneladas. Están esculpidas en basalto, una piedra volcánica porosa, y todas portan una especie de casco con insignias que hablan de su estirpe y su rango en la sociedad: se ha especulado que se trata de efigies de jugadores de pelota, de guerreros notables o de gobernantes.

En el sitio de La Venta, en la región de los Tuxtlas de Tabasco, fueron halladas cuatro cabezas colosales; diez corresponden al sitio de San Lorenzo, y las restantes de Tres Zapotes y sus alrededores.

Por último, al observar las cabezas de perfil, resulta evidente la deformación craneal a la que eran sometidos los olmecas desde el año y medio de edad, cuando los huesos de sus cabezas aún no soldaban de modo permanente. Otros rasgos observados son la nariz achatada, las mejillas prominentes, las comisuras de la boca hacia abajo y el “estrabismo bilateral convergente”, es decir, que eran bizcos.