Una de las mujeres más importantes en la historia de México, particularmente durante la Guerra de Independencia, fue Josefa Ortiz de Domínguez. Su participación dentro de la Conspiración de Querétaro, su valentía durante el inicio de la lucha —que incluso la llevó a ser encarcelada— y el férreo carácter libertario que la distinguió, hizo de “La Corregidora” —como era comúnmente llamada— un personaje clave para la creación de la Nación mexicana. Conozcamos un poco de su vida en esta biografía corta.
Curiosamente, los restos de esta heroína crucial para nuestra independencia no se encuentran en la columna conocida como “El Ángel”, donde descansan otros próceres como Hidalgo, Allende y Aldama.
TE RECOMENDAMOS: ¿Qué héroes y heroínas están enterrados en el Ángel de la Independencia?
María Josefa Crescencia Ortiz Téllez-Girón de Domínguez, conocida como Josefa Ortiz de Domínguez —y apodada “La Corregidora“—, nació el 8 de septiembre de 1768 en la ciudad de Valladolid, que hoy se llama Morelia, en Michoacán. Su padre era un militar español que perdió la vida en batalla cuando Josefa era apenas una niña y su madre murió poco tiempo después; entonces su tía María, que vivía en la Ciudad de México, se encargó de ella y la envió a estudiar al Colegio de San Ignacio de Loyola, comúnmente llamado “Las Vizcaínas”, pues estaba destinado a hijas de personas originarias de la provincia española de Vizcaya.
Este colegio, fundado en 1752 por la Compañía de María, ofrecía educación a niñas huérfanas y mujeres viudas. Aunque tenía influencia jesuita, brindaba una educación moderna y hasta cierto punto laica con clases de lectura, escritura, música y otras materias. Durante un evento oficial en el colegio, a los 17 años Josefa conoció a Miguel Domínguez, un destacado abogado que, aunque estaba casado con una mujer muy enferma, la tomó bajo su protección y se hicieron amantes. Cuando quedó embarazada, Josefa tuvo que dejar el colegio; poco después, Miguel enviudó, la buscó y se casaron en secreto en 1791 en el Sagrario Metropolitano de la Ciudad de México. Juntos criaron a catorce hijos y se mudaron a Querétaro en 1802, cuando Miguel fue nombrado Corregidor de la ciudad.
Josefa era de ascendencia criolla, hija de una mulata y un español. Por eso, experimentó la discriminación y el racismo desde joven, pues los españoles peninsulares consideraban inferiores a los nacidos en la Nueva España y los relegaban de los puestos importantes en el gobierno y la sociedad. A Josefa le preocupaba la desigualdad y la injusticia que sufrían los criollos y mestizos, así como los atropellos y maltratos que sufría la población indígena.
TE RECOMENDAMOS: Apodos y títulos de los héroes y heroínas de la historia de México.
Doña Josefa empezó a ser conocida como “La Corregidora” por su presencia activa al lado de Miguel durnate sus funciones públicas. Ambos fueron respetados por su buen gobierno y las obras benéficas que ella realizaba. Se relacionó con personas de ideas libertarias surgidas de la Ilustración francesa, que después serían insurgentes, y se unió a una conjura independentista. En su casa, organizaba reuniones que eran fachadas para conspiraciones, donde participaban figuras como Miguel Hidalgo, Ignacio Allende y Juan Aldama.
Los conspiradores habían planeado un levantamiento armada para octubre de 1810, con armas provistas por los hermanos Epigmenio y Emeterio González. Sin embargo, el 13 de septiembre de 1810 dos infiltrados —Joaquín Arias y Juan Garrido— delataron la conspiración ante el gobierno novohispano. Miguel, como Corregidor, tuvo que catear la casa de los González y, al hallar armas, encarcelarlos a ambos. Consciente del peligro, encerró a su esposa bajo llave en su habitación, pero Josefa —haciendo sonar su zapato contra el piso— alcanzó a alertar a su vecino, Ignacio Pérez, quien cabalgó hasta San Miguel para dar aviso a Allende, y éste a su vez recorrió a caballo la distancia hasta Dolores, donde junto con Hidalgo resolvió dar inicio a la Guerra de Independencia.
Josefa y Miguel fueron detenidos bajo sospecha de participación. Josefa sufrió encarcelamientos en distintos conventos en Querétaro y Ciudad de México, mientras su esposo quedó en prisión. A pesar de su encierro y peligro, Josefa apoyó a los insurgentes y fue una informante valiosa. Fue condenada en 1816 a cuatro años de prisión. En 1817, tras la llegada de Juan Ruiz de Apodaca al virreinato, Miguel fue liberado y Josefa recibió prisión domiciliaria en Ciudad de México. Participó activamente en las logias masónicas y rechazó recompensas por su papel en la Independencia.
Murió el 2 de marzo de 1829 en Ciudad de México y fue sepultada en el Convento de Santa Catarina, después exhumada para ser trasladada a la ciudad de Querétaro junto a su esposo, con quien descansa en el Panteón de los Queretanos Ilustres. Fue nombrada Benemérita de la Patria y Benemérita del Estado de Querétaro, y su nombre está escrito con letras de oro en el Congreso de la Union. Su legado perdura en su lucha por la justicia, la soberanía y la igualdad.