Benito Juárez fue un presidente de México de origen indígena —el primero y el único con ese origen— que ocupó el cargo de 1857 a 1872, habiendo sido elegido en cinco ocasiones. Junto con Miguel Hidalgo, es uno de los personajes históricos más mencionados en los libros y textos, por lo que miles de calles, avenidas y municipios llevan su nombre. También fue un hombre culto y de letras, lo que se comprueba en la gran cantidad de cartas y documentos que escribió, donde expresó frases célebres como “El respeto al derecho ajeno es la paz”, por la que hasta hoy es recordado.
Pero, ¿por qué dijo esta frase, cuándo la dijo y en qué contexto? Revisemos la historia de esta, una de las máximas que hasta la fecha rige la política exterior de México, la cual está basada en el respeto hacia la soberanía de los individuos y de las naciones.
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Tras la caída del Segundo Imperio Mexicano y la derrota de Maximiliano de Habsburgo, que fue capturado en Querétaro por el general Sóstenes Rocha y había sido condenado a muerte el 14 de junio de 1867, el presidente Juárez se desplazó a la Ciudad de México, donde entró triunfante al día siguiente. El mandatario usó la Puerta de Belén y el Paseo de Bucareli, continuó por la Alameda Central y se dirigió al Palacio de Gobierno, hoy Palacio Nacional.
Desde el balcón presidencial, presenció un desfile de la columna de honor y las expresiones de celebración y de alegría de la población. Ese mismo día, expidió el “Manifiesto del Presidente al ocupar la capital de la República”, de la que había salido hacía cuatro años, donde más o menos a la mitad se encuentra la frase célebre:
…Mexicanos: encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la República.
Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.
Confiemos en que todos los mexicanos, aleccionados por la prolongada y dolorosa experiencia de las comunidades de la guerra, cooperaremos en el bienestar y la prosperidad de la nación que sólo pueden conseguirse con un inviolable respeto a las leyes, y con la obediencia a las autoridades elegidas por el pueblo.
Cuatro días después, el 19 de junio de 1867, Maximiliano I fue fusilado en el Cerro de las Campanas de Querétaro, junto con los generales Manuel Miramón y Tomás Mejía, con lo que se daba carpetazo final al periodo histórico conocido como Segundo Imperio Mexicano, siendo el primero aquél que encabezó el consumador de la Independencia, Agustín de Iturbide.
Sobre la famosa sentencia, vale la pena agregar que aunque es una frase original de Benito Juárez, es muy probable que se haya inspirado en un texto del filósofo alemán Immanuel Kant, el cual en su ensayo “Sobre la paz perpetua” —Zum ewigen Frieden, en alemán— escribió una idea muy similar: “…la injusticia cometida se ejerce únicamente en el sentido de que no respetan el concepto del derecho, único principio posible de la paz perpetua. Queda claro que ambos, el pensador y el político, coincidían en que la única forma de hallar y mantener la paz era el respeto mutuo entre personas y países.