A principios del siglo XX, México se vio inmerso en un torbellino político bajo la larga sombra del dictador Porfirio Díaz. En este contexto, Francisco I. Madero se erigió como el “Apóstol de la Democracia”, liderando una lucha por la libertad y la justicia en un México anhelante de cambio, que terminó convirtiéndose en la Revolución Mexicana. En este artículo revisaremos la importancia de Madero en el movimiento armado, desde sus inicios hasta la trágica traición que marcó su final, pasando por su breve presidencia.
Hoy en día, una de las calles más importantes de la CDMX lleva el nombre de Madero gracias a que el general Francisco Villa así la bautizó colocando un letrero que llevaba la amenaza de que cualquiera que osara quitarla será “fusilado inmediatamente”. Así la devoción del Centauro del Norte por Madero.
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La denominación de Francisco I. Madero como el Apóstol de la Democracia no es gratuita. Su libro La sucesión presidencial se convirtió en un llamado a la acción contra las prácticas autoritarias de Díaz. Madero abrazó la visión de un México donde la voz del pueblo resonara en las urnas bajo el lema “Sufragio efectivo, no reelección”, marcando el inicio de un movimiento que buscaría liberar al país de décadas de dictadura y opresión.
Siendo candidato a la presidencia contra Díaz, durante su campaña fue encarcelado injustamente y llevado a la cárcel en San Luis Potosí con cargos falsos. Mientras estaba preso, Díaz volvió a ganar la presidencia, por lo que Madero, desde su exilio en San Antonio, Texas, proclamó el Plan de San Luis el 5 de octubre de 1910. Este documento era una respuesta directa al prolongado régimen de Porfirio Díaz, que había manipulado las elecciones para perpetuarse en el poder. El plan reflejaba el descontento de Madero y muchos otros mexicanos con las prácticas autoritarias del gobierno, instando al levantamiento armado al haberse agotado las vías legales.
El Plan de San Luis se estructuró en torno a varios puntos cruciales que delineaban las intenciones y objetivos de la revuelta. Los principales eran el desconocimiento del Gobierno de Díaz, la democracia, la participación ciudadana y la Reforma Agraria, uno de los pilares del plan que demandaba restitución de tierras a los campesinos y la abolición del sistema de haciendas.
El Plan de San Luis fue el catalizador que desencadenó una serie de eventos que llevaron a la Revolución Mexicana, a la cual Madero con fecha del el 20 de noviembre de 1910. Ese día no hubo sucesos importantes, pero poco después diversos grupos armados se unieron a la causa, llevando consigo la bandera de Madero y su visión de un México más democrático y justo. La Revolución se expandió rápidamente, atrayendo a líderes como Emiliano Zapata y Pancho Villa.
Orillado por la presión, Díaz renunció a la presidencia y huyó al exilio. En las nuevas elecciones, Francisco Ignacio Madero —aunque así te lo hayan dicho, no se llamaba Indalecio— resultó triunfador con José María Pino Suárez como vicepresidente, ocupando la silla el 6 de noviembre de 1911.
Pero la victoria de Madero fue efímera. La traición de Victoriano Huerta, quien originalmente había jurado lealtad al presidente, culminó en el asesinato de Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, el 22 de febrero de 1913, durante un periodo de convulsión y violencia conocido como la Decena Trágica.
El sacrificio de Francisco I. Madero trascendió su tiempo, convirtiéndolo en un mártir de la causa democrática. Aunque su presidencia fue breve, su legado perdura como un recordatorio de la fragilidad de las instituciones democráticas y la necesidad constante de defender la justicia. Su asesinato marcó un sombrío episodio en la Revolución Mexicana, alimentando la llama de la resistencia contra la opresión y la tiranía.