Cuando uno piensa en dulces típicos, una de las primeras ciudades que vienen a la mente es Puebla, capital del estado del mismo nombre. Y es que hay razones de sobra, pues desde la época virreinal y a lo largo de la historia las hábiles monjas de clausura de conventos como el de Santa Clara o el de Santa Mónica han producido verdaderos manjares dulces que hacen las delicias de chicos y grandes.
Conozcamos un poco de la gran variedad de dulces que son originarios de la “ciudad de los Ángeles”, donde además de un soberbio mole, unos deliciosos chiles en nogada o unas cemitas, uno puede deleitarse con estos estupendos postres.
TE RECOMENDAMOS: Chiles en nogada: historia y leyenda de su creación.
Si uno visita la capital poblana, además de conocer la imponente Catedral, la hermosa Capilla del Rosario, los fuertes donde se defendió a México de los invasores franceses, la Casa del Alfeñique o los comercios donde se vende la típica talavera, una visita casi obligada es a la “calle de los dulces”, que es la 6 Oriente en el Centro Histórico de Puebla.
Hay dos razones para que esa calle sea como “la Meca de los golosos”, pues ahí se encuentra lo que antiguamente era el Convento de Santa Clara, cuyas monjas tienen la autoría de muchas de estas dulces delicias novohispanas, así como la primera tienda de dulces, llamada “La Gran Fama”, la cual aún está en funcionamiento y fue fundada en el año de 1892 por la señorita Victoria Ortiz.
Sin duda, el dulce más típico de Puebla es el camote, que es un postre de forma alargada —como de un puro— que se elabora, justamente, con el fruto del camote combinado con azúcar y otras frutas, además de ser decorado con pasta de azúcar en diversas formas. Estos se ven por cajas que incluso pueden adquirirse en las casetas de la carretera México-Puebla, y sirven como apodo al equipo de futbol de la ciudad, al que se le llama “Los Camoteros”.
Luego vendrían los borrachitos, que son dulces de frutas como la fresa, o de rompope, que son ligeramente envinados y se cubren con azúcar. Otra delicia son las tortitas de Santa Clara, también conocidos como “espejos” por su forma circular y porque su orilla recuerda al marco de un espejo colonial; éstas consisten en una galleta de harina de trigo cubierta con un dulce de pepita de calabaza y azúcar glass —sobre decir que son deliciosas, sobre todo si están recién hechecitas.
También están las cocadas, que se elaboran con leche, coco rallado y azúcar, y van horneadas, por lo que su superficie luce ligeramente quemadita. De esta misma familia son los limones rellenos de coco, que son ligeramente aciditos. Además, están las numerosas frutas cristalizadas: chilacayotes, higos, tejocotes, limones y hasta biznaga, aunque como sabemos esta planta es una especie protegida, por lo que su consumo es escaso.
Por otro lado están los dulces de leche, muchos de los cuales se coronan con una nuez; los jamoncillos, de formas, sabores y colores diferentes; los macarrones, hechos con leche, azúcar y canela, de forma alargada; los famosos muéganos, que son duros de roer y se elaboran con harina de trigo, caramelo de azúcar, piloncillo de azúcar y un toque de canela.
Por último, están las famosas alegrías, que se elaboran con amaranto y miel de piloncillo, por lo que además de ricas son nutritivas y energéticas; las palanquetas, que tradicionalmente son de cacahuate con piloncillo, pero ahora también se les añade amaranto, pepita de calabaza y hasta pasitas. Y ya que estamos encarrerados y que andamos de golosos, nada mejor para acompañar este atracón que una copita de rompope, el cual también nació de la paciencia y la buena sazón de las religiosas, y se elabora con leche, yemas de huevo, azúcar, vainilla y su toque de alcohol; actualmente, además del tradicional, se venden también de sabores como guayaba, canela, ron, pistache, almendra, nuez, piñón y café.
Total que en Puebla, y si se trata de dulces, ¡hay para todos los gustos y de todos los sabores!