Llegando el mes de septiembre, millones de mexicanos empiezan a saborearse el clásico pozole, que tradicionalmente se elabora con maíz y carne de cerdo, y que se adereza con chile, limón, orégano, lechuga, rábano y cebolla, acompañado con sus tostadas. Pero, ¿sabías que, en principio, nuestros antepasados prehispánicos, en lugar de carne de puerco, lo preparaban con carne humana?
Enseguida te platicamos un poco sobre el sangriento origen del mexicanísimo pozole, un platillo impregnado de tradición y que está relacionado con las prácticas religiosas del pasado prehispánico, que entre otras cosas incluía el sacrificio humano y la ingestión de carne humana.
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A mediados del mes de septiembre, los mexicanos nos unimos para festejar al unísono un aniversario más de nuestra independencia. Y así, en la llamada “Noche Mexicana” del 15 de septiembre, además de los tequilas, las tostadas y los famosos chiles en nogada, uno de los platillos preferidos para tan patriótica ocasión es el pozole, ya sea blanco, rojo —también llamado estilo Jalisco— o verde, originario del estado de Guerrero. Y aunque ahora algunos lo prefieren vegetariano o con carne de pollo, la manera más tradicional de consumirlo es con carne de cerdo, especialmente con cabeza o, para que quede más limpio, con pulpa también conocida como “maciza”.
Lo que quizá muchos ignoran es que este platillo tiene orígenes ancestrales que se rastrean hasta antes de la Conquista, y lo más sorprendente es que la carne de cerdo no era el ingrediente original y fue un sustituto de otra que hoy nos horrorizaríamos en consumir: la carne humana.
Así como lo lees. Pero, antes de que salgas corriendo, hagamos un poco de historia. Quizá recuerdes que en los libros sobre el México prehispánico se menciona que una de las prácticas religiosas de pueblos como el de los mexicas, era el sacrificio humano, el cual no se realizaba por crueldad sino como un acto simbólico en el que se ofrecía el corazón del sacrificado para alimentar al Sol o al dios Huitzilopochtli, el cual tenía que combatir a la oscuridad y a las tinieblas y la noche, para emerger victorioso al día siguiente. Y para ello, pues, era necesario “alimentarlo” con sangre humana y con la carne de los corazones humanos.
En las crónicas donde se describe esta práctica —que los conquistadores calificaron de “bárbara” y que hasta hoy sigue levantando ámpula entre los estudiosos y la población en general, se menciona también que el cuerpo inerte de la víctima era arrojado por las escaleras del templo y, una vez abajo, era recogido por los sacerdotes, quienes se lo llevaban, lo destazaban y, acto seguido, con la carne preparaban un platillo con maíz y chile, el cual es un antecedente de nuestro actual pozole.
En una publicación del Gobierno de México se dice que pozole proviene del náhuatl pozolli, palabra que deriva de tlapozonalli, que significa ‘espumoso’. Aclara, además, que se trata de un caldo elaborado a base de granos de maíz cacahuazintle, el cual se precoce durante dos horas para que los granos de maíz pierdan la cáscara fibrosa que los cubre y cuando hierven se abren como flor, lo cual “les da una apariencia de espuma”. Asimismo, confirma que este platillo se consumía desde antes de la Conquista y que el mismísmo emperador Moctezuma disfrutaba de él, pues era ofrendado al dios Xipe Tótec, señor de la fertilidad y la regeneración del maíz y la guerra.
Además, en las crónicas realizadas por los frailes españoles se manifiesta que carne humana era la que se cocían con el maíz, aunque hay otras versiones que señalan que el pozole no incluía carne humana, sino carne de xoloitzcuintle, el famoso “perro pelón” que había sido domesticado y criado para consumo humano. Algunos antropólogos, sin embargo, confirman el sacrificio humano con fines de consumo de la carne del enemigo sacramentado, y especulan que la ceremonia del sacrificio no era sino una aparatosa ceremonia para disfrazar el auténtico propósito: alimentar a los soldados y a las élites mexicas con proteína animal, en una época en la que la carne de res y de cerdo aún no existía en nuestras tierras.
Y tú, ¿qué opinas?…