En la historia del arte mexicano, a menudo se oye hablar de “los tres grandes” del muralismo mexicano, refiriéndose a Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. ¿Qué es lo que hace que este trío de artistas se destaque por encima de otros muralistas como el gran Rufino Tamayo, el pionero Jean Charlot, Jorge González Camarena, Rodríguez Lozano o como la primera muralista mexicana, Aurora Reyes?
Estudiemos brevemente la obra mural de estos tres artistas, para así apreciar y entender las aportaciones de cada uno, tanto en el ámbito artístico como en lo socal y lo político, pues no hay que olvidar que uno de los pilares del movimiento del muralismo es que es un arte que “grita desde los muros” y dirigido a las masas.
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Diego Rivera
Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, o simplemente Diego Rivera, nació el 8 de diciembre de 1886 en la ciudad de Guanajuato. Estudió en la Academia de San Carlos en Ciudad de México, donde desarrolló su habilidad artística y se sumergió en las corrientes vanguardistas europeas. Fue becado por el gobierno mexicano para estudiar en Madrid y en París, donde entró en contacto con vanguardias europeas como el cubismo.
Su obra artística se distingue por su estilo realista y sus murales monumentales y accesible a todo el público, los cuales retratan la historia y la cultura mexicana fusionando influencias prehispánicas con elementos modernos. Su compromiso político y social se reflejó en su arte al abordar temas de desigualdad y lucha de clases. Además, en lo formal es un maestro de la composición, con un uso audaz del color, y también tiene importantes obras de caballete.
Colaboró en proyectos icónicos como los murales del Palacio de Bellas Artes y el Palacio Nacional de la Ciudad de México, y también tiene obras en el extranjero. Su vida personal estuvo marcada su atormentada relación con la pintora Frida Kahlo. Falleció el 24 de noviembre de 1957, dejando un legado artístico perdurable y un impacto profundo en la cultura mexicana y la escena internacional.
David Alfaro Siqueiros
David Alfaro Siqueiros nació el 29 de diciembre de 1896 en Santa Rosalía de Camargo, Chihuahua. Quedó huérfano de madre y fue criado por sus abuelos. Llegó a la Ciudad de México a principios del siglo XX y en 1911 empezó a estudiar en la Academia de San Carlos. A los 18 años, se enroló en el Ejército Constitucionalista. Más tarde, en 1919, viajó a París a estudiar las vanguardias artísticas y ahí conoció a Diego Rivera.
Su carrera artística se destacó por su enfoque político y social en sus murales. Fue uno de los fundadores del movimiento muralista mexicano y participó en la creación de murales icónicos, como los del Palacio de Bellas Artes y del Polyforum Cultural Siqueiros en Ciudad de México. También se involucró en actividades políticas y militantes, lo que le llevó a enfrentar conflictos y exilios. Su vida personal estuvo marcada por pasiones intensas y relaciones tumultuosas. Falleció el 6 de enero de 1974, dejando un legado de arte revolucionario y un impacto duradero en la cultura y el arte mexicanos.
Sus ansias de experimentación quedaron manifiestas en su avance innovador con la piroxilina, una clase de pintura utilizada en la industria automotiva, que otorga a sus obras un volumen, una fuerza y una viveza de color que los pigmentos tradicionales no pueden brindar. Además, su uso aventurado de los encuadres, los escorzos y de una perspectiva que prácticamente deforma las figuras, dan un sello distintivo a la obra mural de “El Coronelazo”, como se le apodó a Siqueiros.
José Clemente Orozco
José Clemente Orozco nació el 23 de noviembre de 1883 en Zapotlán el Grande —hoy Ciudad Guzmán—, Jalisco. Su familia se mudó a Guadalajara y luego a la Ciudad de México, donde estudió en la Academia de San Carlos. Después de participar en la Revolución, Orozco se unió al movimiento muralista mexicano junto a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
Su obra artística se caracteriza por su enfoque en la representación crítica y expresiva de la condición humana, reflejando tanto la lucha social como la introspección individual. Algunas de sus obras más destacadas incluyen los murales en el Hospicio Cabañas en Guadalajara, donde creó la famosa pintura Hombre en llamas, que simboliza el sufrimiento humano. También destacan sus murales en el Palacio de Bellas Artes, en el Colegio de San Ildefonso y el Castillo de Chapultepec.
Sus murales exploran temas como la opresión, la revolución y la alienación moderna, empleando una paleta de colores sombríos y un estilo que combina el realismo con elementos simbólicos. Fue un artista profundamente introspectivo, cuestionando la naturaleza humana y las tensiones sociales en su trabajo. Orozco falleció el 7 de septiembre de 1949 en la Ciudad de México, dejando tras de sí un legado artístico que desafió convenciones y provocó reflexión.
Los murales, pinturas y grabados de estos “tres grandes” continúan inspirando a artistas y espectadores, trascendiendo fronteras y generaciones, y su impronta como figura influyente del arte mexicano sigue resonando en la historia del arte mundial.