Hoy, en el banquete de la vida, las cocinas de México se visten con sus mejores galas, porque el 16 de noviembre es el Día Nacional de la Gastronomía Mexicana. Para nosotros, este día es como una fiesta a la que cada platillo es invitado a representar la diversidad de sabores y tradiciones de su estado o región, las cuales hacen vibrar a nuestro paladar.
Así pues, ¡bienvenidos a la celebración donde la cocina mexicana se convierte en una explosión de alegría en cada bocado! Demos la bienvenida a nuestros invitados, que son considerados —tanto en México como en el extranjero— los mejores platillos de la cocina mexicana.
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Como si fuera el galán de la fiesta, el mole poblano entra con un traje oscuro y misterioso. En él viven las esencias de chiles, chocolate, almendras y especias que despiertan todos los sentidos. ¿Cómo resistirse a la magia de este seductor de sabores, originario del estado de Puebla, que nos envuelve en su abrazo sofisticado y nos hace perder la noción del tiempo?
Los chiles en nogada son la obra de arte de la noche. Con sus colores vibrantes, representan la bandera mexicana en cada bocado. La mezcla de carne, frutas y nueces se convierte en una sinfonía de sabores que bailan en nuestra boca. ¿Quién puede resistirse a esta explosión de frescura y tradición que llena de alegría hasta los corazones más exigentes?
Aunque hay que aclarar que hay dos versiones y dos orígenes que aún siguen en disputa: los chiles en nogada sin capear, propios de la Ciudad de México, y los que van capeados con huevo, que se fríe hasta conseguir un aspecto dorado y distinguen a los chiles en nogada de Puebla, los que supuestamente se crearon en el convento de Santa Clara para agasajar al futuro emperador de México, Agustín de Iturbide.
El mole de olla —ese chilango del sur de la Ciudad de México— llega como el alma de la fiesta, con sus aromas que nos transportan a la abuela cocinando en la cocina. Con sus trozos de carne, verduras y ese caldito que acaricia el alma, nos recuerda que la sencillez puede ser el ingrediente secreto de la felicidad culinaria.
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Desde las tierras del norte, llega el cabrito, el invitado consentido que trae consigo el sabor de los vastos horizontes y el espíritu indomable. Con su carne tierna y su sazón audaz, el cabrito horneado a las brasas —y acompañado por su infaltable guacamole y sus tortillas de harina de trigo— nos invita a un viaje gastronómico por los vastos paisajes del norte de México.
El pescado a la veracruzana llega con el aire fresco del puerto. Con su salsa llena de jitomates, aceitunas y alcaparras, nos transporta a las costas, recordándonos que la gastronomía es también un viaje sensorial. ¿Quién puede resistirse a esta delicia que nos trae el mar a la mesa?
La cochinita pibil llega desde las tierras del sureste —propiamente, del estado de Yucatán—, con el fuego de la tradición maya ardiendo en cada bocado. Con su cerdo marinado en achiote y cocido a fuego lento bajo tierra, nos invita a celebrar la fusión de sabores que solo el México más profundo puede ofrecer.
Así, con esta fiesta de sabores, celebramos el Día Nacional de la Gastronomía Mexicana. Cada platillo, un poema culinario que cuenta la historia de un país lleno de pasión, sabor y tradición. ¡Que la fiesta continúe y que los platillos sigan siendo los protagonistas en el festín de la cocina mexicana! ¡Salud y buen provecho!