A los mexicanos nos gusta tanto el mango que, hace años, cuando veíamos a una muchacha curvilínea y de buen ver, exclamábamos que “¡Es un mango!” Y como existen tres variedades principales de esta fruta —manila, ataulfo y petacón—, aquí te explicamos un poco las diferencias entre ellas.
A pesar de ser una fruta de temporada, casi todo el año podemos encontrar mangos en muchas latitudes, ya sea naturales para ir comiendo o pelarlos, o en carritos donde a veces se venden con chile, limón y sal.
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Mango manila
Este mango, que empieza siendo verde perico y al madurar se va poniendo amarillo —hasta que, si se pasa, le salen manchas y se pone negruzco—, lleva el nombre de la ciudad capital de las Filipinas, pues es originario de aquellas latitudes del Océano Pacífico y fue traído a México en el siglo XVII a bordo de la Nao de la China que desembarcaba en Acapulco. Actualmente, el principal productor es Veracruz, es el mango que más se consume en México y, sin duda, es el más suave y dulce de todos.
Mango ataulfo
Esta especie, aunque no es del agrado de todos, es 100% mexicana, pues tuvo su origen en 1963, cuando el productor chiapaneco Ataulfo Morales Gordillo experimentó haciendo injertos de diversas especies de mangos filipinos hasta encontrar el punto exacto de consistencia, sabor y dulzor. Es ligeramente más ácido que el Manila y su consistencia es más pastosa, por lo que mucha gente prefiere comerlo con chile piquín en polvo.
Mango petacón
Esta especie de mango es notablemente más grande que las dos anteriores, tiene forma semiesférica y el color de su piel varía ligeramente según la región, pero por lo regular es amarilla con grandes manchas verdes o rojas. Su nombre se debe a su enorme tamaño y peso, pues puede alcanzar los 18 cm de diámetro y pesar hasta 700 gramos. Su pulpa es firme, jugosa, carnosa y dulce, y aunque es muy diferente al Manila, casi goza de la misma popularidad, sobre todo en los puestos callejeros donde se vende picado o trinchado en un palo y cubierto de chile piquín.