Uno de los poetas mexicanos que mejor ejemplifican el romanticismo literario llevado al extremo fue el coahuilense Manuel Acuña, a quien el amor exacerbado lo llevó a quitarse el mismo la vida en plena flor de su juventud. Sus escasos 24 años le alcanzaron para escribir 96 obras: 80 poemas amorosos, patrióticos, humorísticos y de otras clases; una obra de teatro, tres artículos y doce cartas.
Conozcamos un poco más la vida de este ilustre poeta, a quien muchos recuerdan por su obra “Nocturno a Rosario”, dedicado a su musa y que empieza diciendo:
¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.
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Manuel Acuña Narro, nacido el 27 de agosto de 1849 en Saltillo, Coahuila, fue un poeta que dejó una huella indeleble en la literatura mexicana del siglo XIX. Su breve pero intensa vida estuvo marcada por su pasión por la poesía y el profundo amor y dolor que plasmó en sus versos. Aunque su vida fue truncada prematuramente, su legado persiste a través de sus obras y su impacto en la literatura romántica y post-romántica de México.
De pequeño, Acuña creció en un entorno familiar que apoyaba sus inquietudes literarias. Ingresó al Colegio de San Juan Nepomuceno, donde comenzó a escribir y publicar poemas en revistas estudiantiles. Fue en esta época cuando sus habilidades poéticas comenzaron a brillar. En 1869, se trasladó a la Ciudad de México para estudiar leyes en la Universidad. Su poesía romántica, influenciada por autores como Gustavo Adolfo Bécquer, encontró un lugar en la escena literaria de la capital mexicana.
A los veinte años, Manuel fundó la Sociedad Literaria de Nezahualcóyotl y así comenzó a formar parte de un grupo de intelectuales liberales, escritores y poetas de renombre, liderado por Ignacio Manuel Altamirano. Así conoció a Rosario de la Peña y Llerena, una joven hermosa, culta yde buena posición social de quien se enamoró perdidamente y fue la musa inspiradora de su poema más famoso.
Su obra
La obra de Acuña se caracteriza por su expresión sincera de emociones, especialmente en el ámbito del amor y el dolor. Su poema “Nocturno a Rosario” es un claro ejemplo de su estilo romántico:
Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde
se alzaba el porvenir.
Este poema revela su profundo sentimiento amoroso y su uso de la naturaleza para expresar sus emociones. Sin embargo, su poesía también refleja un tono oscuro y melancólico, como en su famoso poema “Hojas secas”:
Cada hoja es un recuerdo
tan triste como tierno
de que hubo sobre ese árbol
un cielo y un amor;
reunidas forman todas
el canto del invierno,
la estrofa de las nieves
y el himno del dolor.
El trágico fin
La vida de Manuel Acuña estuvo marcada por luchas internas y desafíos personales. A pesar de su talento y éxito literario, sufría de depresión y se vio involucrado en escándalos amorosos y financieros. El 6 de diciembre de 1873, su amigo el también poeta Juan de Dios Peza lo encontró muerto en la celda 18 de la Escuela de Medicina —hoy Museo de Medicina de la UNAM, en la Plaza de Santa Domingo del Centro Histórico de la CDMX—, donde se conserva una placa que recuerda que ahí vivió y se suicidó el poeta.
Según Peza, un aliento con “olor a almendras amargas” reveló que había ingerido cianuro para envenenarse. Una nota póstuma confirmaba su decisión: “Lo de menos será entrar en detalles sobre la causa de mi muerte, pero no creo que le importe a ninguno; basta con saber que nadie más que yo mismo es el culpable. Diciembre 6 de 1873. Manuel Acuña”.
Durante mucho tiempo se señaló a Rosario como responsable de la muerte del joven poeta, por el desamor y el rechazo que había sufrido de su parte. Años después, la musa declaró que si bien se había sentido halagada con el tesoro incomparable del poema que inspiró y lleva su nombre, jamás se sintió responsable del suicidio y afirmó: “es verdad que ese ‘Nocturno’ ha sido un pretexto nada más, y nada más que un pretexto de Acuña para justificar su muerte; uno de tantos caprichos que tienen al final de su vida algunos artistas”.
A pesar de su corta vida, Manuel Acuña dejó un legado literario significativo en la literatura mexicana. Sus poemas siguen siendo estudiados y leídos, y su impacto en la poesía mexicana perdura. Su estilo romántico, su habilidad para plasmar emociones y su capacidad para explorar los temas del amor y el sufrimiento lo convierten en una figura relevante en la historia literaria de México.